Moisés Sánchez Limón |
A los diputados federales y senadores del PRD el Pacto
por México les ha venido como anillo al dedo para practicar la pataleta, la
amenaza legislativa, el descontón y la sonrisa, el apapacho y cómo sacarse la
foto con el presidente Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones, Emilio
Gamboa y, bueno, cualquier político priista de ligas mayores y después de
despotricar contra el gobierno.
¿Se vale? Por supuesto que se vale. Así es esto de la
política: aprender a comer sapos y no hacer gestos, porque el que se lleva se
aguanta y asume disciplina con las reglas del juego. Sólo así se entiende cómo,
una tarde, Miguel Barbosa le sonríe a Gamboa y luego se va al IFE y despotrica
contra los consejeros electorales y todo lo que huela a PRI.
Los consejeros electorales evalúan sancionar a la
coalición Movimiento Progresista porque su candidato presidencial, Andrés
Manuel López Obrador, se excedió en gastos de campaña. Entonces, el tabasqueño
monta en ira y descalifica a Enrique Peña Nieto y señala a la acera de enfrente
como el lugar donde realmente se cometieron tropelías electorales.
Factor éste para que el perredismo, representado por
Barbosa, amague desde el IFE y advierta que el Pacto por México está en riesgo.
Y en contraste, ante senadores y diputados federales del PRI, el dirigente
nacional del tricolor advierte la otra vertiente, el riesgo de que precisamente
la coyuntura electoral haga naufragar al Pacto.
Lo cierto es que el PRI, “afianzado” por eso que
llaman Partido Verde Ecologista de México, se alza como defensor del Pacto.
Razón elemental porque la propuesta salió de su redil en apego a la oferta
política de Enrique Peña Nieto en campaña, y que se arma en sendas reformas
legales dispuestas a ingresar a comisiones de ambas Cámaras, según sea el caso.
Así, en vísperas de arrancar el segundo periodo
ordinario de sesiones, al calor de las reuniones plenarias de panistas,
perredistas y priistas los discursos encendidos buscan dar cauce al partido,
posicionarlo y, como decía en la entrega anterior, de pronto desde la izquierda
y la derecha hasta disentir para no parecer colaboracionista.
¿Qué se pretende con el griterío que reedita la
descalificación y se pronuncia contra la, dizque, privatización de Pemex o
aplicar el IVA a medicinas y alimentos? Vende y vende bien la postura contraria, ésta que se imagina con
un senador o diputado perredista envuelto en el lábaro patrio, dispuesto a la
inmolación en defensa de los intereses de los desprotegidos.
Por qué no difundir, por ejemplo, la propuesta de
reforma energética del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Quizá sería saludable
para la opinión pública saberse convocada a una sesión en la que unos y otros,
de derecha, izquierda y del centro, expliquen y argumenten sus propuestas, pero
sin tanto rollo, como con manzanitas.
Luis Videgaray Caso, secretario de Hacienda y Crédito
Público, se plantó frente a esas versiones que imaginan a Pemex en manos de
Carlos Slim o los Hilton o de alguna de esas familias multimillonarias de
Monterrey o Nueva York. Petróleos Mexicanos no se privatiza, le dijo a la
izquierda el hombre de más confianza del presidente Enrique Peña Nieto.
Fue algo así como paráfrasis de lo dicho por Carlos
Salinas cuando el priismo andaba con la brújula perdida, consecuencia de la
grilla de Manuel Camacho Solís, y no sabía bien a bien a quién apoyar, porque
las versiones, los trascendidos, el chisme de los corrillos políticos,
planteaban que Luis Donaldo Colosio sería bajado de la candidatura priista a la
Presidencia de la República.
¡No se hagan bolas, Pemex no se privatiza!, habría
dicho Videgaray. Hay que recordar a los aguerridos izquierdistas la máxima de
que nadie se muere en la víspera. Digo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.