Los
movimientos de autodefensa armadas que iniciaron en varios municipios del
estado de Guerrero los ciudadanos de varios pueblos, comunidades y cabeceras,
no son otra cosa, mas que el resultado de la ineficacia e ineficiencia de un
gobierno estatal para proveer a la sociedad de una eficaz seguridad pública.
No
es de ahora sino desde hace varios años atrás que los gobiernos locales y
estatal han perdido la capacidad de respuesta ante el aumento cada vez mayor de
la delincuencia común y de la criminalidad organizada y han entregado sin mayor
obstáculo sus responsabilidades constitucionales a la instancia de gobierno
superior, en este caso la federación, la cual se ha puesto y dispuesto a operar sin cortapisas y con las consecuencias
que hoy padecemos.
Las
causas que provocaron estas acciones extralegales por parte de los ciudadanos ,
no son otra cosa mas que el miedo que sufren y la incertidumbre de no
visualizar que puedan obtener apoyo solidario de parte del gobierno. Por eso se
han armado y por eso han puesto el grito en el cielo para arremeter contra los
delincuentes y los criminales que azotan sus regiones.
El
miedo es un factor importante y quizá el principal que impulsa casi en
automático a los ciudadanos para proveerse de cualquier instrumento que les de
cuando menos confianza en su autodefensa y por ello han realizado las acciones
que ahora todos conocemos y que las hemos visto en varias regiones expresarse
con el consabido apoyo formal de parte del ejecutivo estatal. La incertidumbre
que acompaña al miedo es otro argumento que se esgrime de parte de los
ejércitos de autodefensa desplegados en las regiones de la tierra caliente, de
la montaña y de la costa chica, sin olvidar que también estos hechos se han
registrado en la región de la costa grande y en algunas cabeceras del norte de
la entidad. Acapulco ha sido la región que no ha tenido que emprender estos
actos de autodefensa pues las autoridades federales y estatales han logrado
arribar rápidos y prestos para enfrentar la ola de violencia que no ha cesado
de registrarse.
Esta
situación general de alarma cada vez se ha ido ampliando en la entidad.
Si
antes solo había la sensación de pérdida de libertad individual, ahora se ha
extendido a grupos y comunidades que casi abarca un poco mas de la mitad del
territorio guerrerense, particularmente algunos municipios de la región de la
montaña, unos más de la tierra caliente y ahora nos encontramos con una casi
revuelta de varios municipios de la región de la costa chica. Sin embargo no
podemos olvidar que están casi al borde de la crisis de inseguridad varios
municipios de la región de la costa grande y de la zona norte, salvaguardándose
hasta ahora la región del centro y parte de Acapulco.
Si
bien es cierto que no podemos argumentar que el gobierno del estado está en una
situación de ingobernabilidad, pues las instituciones que lo sostienen
funcionan no en óptimas condiciones para bien de la ciudadanía, si se puede
argumentar que el gobierno federal está prácticamente sosteniendo a las
instituciones estaales y municipales responsables de otorgar seguridad pública
a los ciudadanos, a una sociedad que clama paz y por ende justicia, pues desde
los tiempos antiguos se afirmaba que para que en las ciudades hubiera paz debía
existir y prevalecer la justicia. En la época actual, la justicia es la que
menos está presente y esta se ha sustituido con acciones de fuerzas armadas o
actos de represión o abiertamente—como sucedió en el pasado sexenio—en una
franca guerra contra los grupos delictivos y criminales que azotan al país. Los
resultados son vergonzosos y el problema subsiste.
Por
cierto que los sociólogos que han abordado con éxito la situación de
inseguridad en la mayoría de los países del globo, han expresado que si bien el
miedo es un factor determinante para que los ciudadanos ejerzan su autodefensa, ‘’lo crucial no es el miedo al peligro
sino el grado de expansión que el mismo miedo puede adquirir, en qué puede
convertirse’’.
El
mensaje es bastante claro, lo malo del caso es que los gobernantes que no han
evolucionado al mismo ritmo que se ha transformado el resto del mundo nunca
podrá hacer frene con éxito a los nuevos hechos producto de la expansión y la
reformulación de los nuevos grupos delictivos, empezando por la necesaria
certificación de los agentes en materia de confianza y posteriormente en el uso
de las nuevas tecnologías y nuevas armas para combatir con éxito a los
criminales y a la delincuencia que hoy por hoy han sofisticado sus actividades
con lo que le llevan un buen trecho a las autoridades responsables de
combatirlos.
Hoy
la sociedad vive con miedo y resguardada. No ha logrado revertir su
desconfianza hacia las autoridades quienes se han ganado a pulso el descrédito
popular y cada vez mas estaremos siendo testigos de cómo las instituciones no
solo no se fortalecen sino que cada vez con mayor celeridad se desmoronen.
Periodista/Analista Político*
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