Ramiro Padilla Atondo |
Entre tantos distractores y
capturas hay uno que se sostiene. El circo romano llamado futbol mexicano pide
la cabeza del Chepo. ! Fuera Chepo! gritan desde todas las televisoras. Quieren
ver sangre. Porque también es negocio. Si la selección ganara caminando no
sería divertido. O quién no recuerda el cese de Bora porque no jugaba bonito.
El futbol es un negocio que
deja grandes dividendos. Lo dije anteriormente. El futbol es lo mismo que una telenovela con acción. Se ha
hecho indistinguible un actor de telenovelas y un futbolista famoso. El marketing ha hecho una excelente labor
atando los valores patrios a un equipo de futbol que entona el himno nacional
como si de una gesta heroica se tratara. Me recuerda un poco una película
mexicana viejita donde en el fragor de la batalla Pedro Infante entona el himno
nacional para animar a sus compañeros.
Y la entonación de este
himno nacional tiene un gran valor simbólico para nosotros, su público cautivo.
Es por eso que somos tan pasionales cuando del futbol se trata. El futbol es
una necesidad artificialmente creada como tantas otras. Un producto que vende
bien. Las inútiles discusiones sobre los equipos de futbol y la selección son
una de las múltiples formas de distracción orquestadas desde la televisión.
Aparte el futbol mexicano es
el único que tiene dos mercados. El de México y el de Estados Unidos (que le
reditúa grandes ganancias anuales). Solo basta ver los anuncios de las grandes
cerveceras en los canales de televisión en Estados Unidos para darse cuenta.
El Chepo no es ni bueno ni
malo. Es un entrenador como cualquier otro con un equipo que tampoco va para
campeón mundial. A lo más que aspira es a un quinto partido. Pero si no hay un
escándalo hay que crearlo. El Chepo es serio. Que salga sonriendo en los
comerciales. Aparte, de que hablarían
todos los futbolistas y árbitros desempleados. Porque somos los únicos que
tenemos análisis arbitral por todos lados.
Es lo más absurdo que he
visto. Un árbitro hablando del trabajo de otros árbitros. Es como un jardinero
hablando de la primavera.
Un leve recordatorio. La
selección argentina del 90 no jugaba a nada. Y llegó a la final. Pero este
asunto es diferente. Hay que darle al técnico de la selección hasta con la
cubeta. Hubo un comentarista en la mañana que dijo que no importaba si ganaba
la copa de oro. Hay consigna para bajarlo del carro pues.
Si a las televisoras les
conviniera remplazar al presidente del país cada seis meses lo harían. No sé si
tengan ese poder. Para hacerlo llegar a la silla sí. Por eso son tan celosos de
su negocio. La selección gana por un gol y los patrocinadores se espantan. Hay
que vender un producto novedoso (otro técnico), porque la visión exportada por
la televisión es cortoplacista. Los consumidores queremos todo ya, como los adolescentes.
Eso nos ha enseñado.
Y mientras tengamos
espectáculo la continuidad del sistema está asegurada. Que a las televisoras
les importan un carajo los valores nacionales. A menos que les dejen dinero.
Postdata
ridícula:
En las encuestas por un nuevo
entrenador de la selección, Peña Nieto lleva el 80% de las preferencias.
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