Rogelio Martínez |
Rogelio Martínez Faz/Al Chepo de la Torre entrenador de la selección mexicana de futbol y a sus jugadores, en Chicago los seguimos esperando en el Soldier Field, estadio de los osos de Chicago, o sea, en el Campo del Soldado, como si hubieran pasado a la final Copa Oro. Pero para fusilarlos a balonazos con un pelotón de aficionados decepcionados por lo que no hacen; además, por decir estupideces, como ha declarado el Chepo a las críticas.
Para la afición futbolera de Chicago, una final Copa Oro entre Estados Unidos y México hubiera sido como un mundialito. A pesar del bajo rendimiento competitivo del Tri, se tenía la esperanza de asistir al juego pues sería como ir a ver a dos equipos de casa.
Con el Chepo o con cualquier otro entrenador la diferencia hubiera sido mínima. Pues las dos selecciones demostraron ser un fracaso por las mismas razones: en la Copa de Confederaciones en Brasil y la Copa Oro. Parece que la realidad mexicana se refleja dentro como fuera de la cancha. Las mismas promesas, las mismas carencias y las mismas excusas.
En el futbol mexicano las imprecisiones son pan de cada día, administrativas y de juego. Hasta en los pases más sencillos se nota la ausencia de técnica individual que se refleja en lo colectivo. Aunado a un mal entendido en preparación técnica como queriendo que el futbol sea algo así como científico, ¡falso!
Se nota cuando se juega con exceso de pases laterales con la esperanza de salir con la jugada perfecta, sobre todo tratándose de la defensa-señal de estancamiento y falta de recursos- que debido a la carencia de técnica individual más temprano que tarde se cometerá la pifia. Más aún cuando hay defensas que su jugada de lujo es el pase a su portero. Ejemplo: Huiqui, y es el capitán.
El futbol es simple y consiste de habilidad y temple para hacer lo mejor en cualquier circunstancia fortuita. Tampoco es necesario correr como desaforados para después enviar un centro todo descompuesto a la suerte de nadie. Si de eso se tratara, el pase lo podría dar el portero a los delanteros, como sucedió con una de las últimas y mejores jugadas en el partido contra Panamá, donde Brizuela por poco anota el gol de la igualada cuando intenta hacer el “sombrerito” al portero Penedo (era por abajo). Jugada que derivó de un despeje del guardameta mexicano Orozco. Que con dos toques de balón se estaba en la portería del adversario ¡simple! Para qué tanto pasecito, después se las quitan.
Casi todos los goles son resultado de una jugada circunstancial; el ingenio y el carácter acompañado de recurso individual será la mejor alternativa. Solo que el Tri para compensar la deficiencia echa mano de la garra y una cuota de vedette, como se observa en algunos jugadores con sus poses escénicas; ya sea el peinadito afeminado o subiéndose las medias como colegiala.
Así que siguen abiertas las puertas del Soldier Field para nuestros seleccionados, son bienvenidos, queramos o no son imagen y semejanza de México. Y si de algo sirve, unos buenos balonazos no les caerían mal, tan siquiera para que no sigan diciendo estupideces cuando se les señalan sus errores.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.