MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
A Miguel Ángel Mancera
incomodó la sonrisa de José Antonio Meade, cuando éste entregaba el recortado
paquete económico de 2017, porque implicaba desaparecer el fondo de capitalidad.
El jefe de gobierno de la Ciudad de México consideró que, por eso, la del
secretario de Hacienda era una mala sonrisa.
Meade Kuribreña
respondió con singular desdén: “Mancera dice que tengo mala sonrisa, mi mamá
dice que la tengo muy buena”.
Lo dicho, paráfrisis teatral,
que no dista de la grilla de altura: Entre políticos pueden hacerse pedazos
pero nunca se harán daño.
Y, en esa analogía del
desencuentro Mancera-Meade por asuntos de dineros, vale referir que la sonrisa
que trae pintada Ricardo Anaya Cortés obedece a que, por algún designio del
destino Javier Corral le quitó del camino a Gustavo Enrique Madero, quien podría
decir que no le gusta la sonrisa de Ricardo. Pero a Ricardo y su equipo, más
que a su mama, gusta su sonrisa. ¡Uf!
En fin. Lo cierto es que
de pronto Gustavo perdió la enjundia, arrió bandera beligerante y olvidó los
calificativos de mentiroso y falto de palabra que endilgó a Ricardo por aquella
presunta promesa de hacerlo presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de
Diputados.
Así, todo indica que el
corazón de Gustavo Enrique Madero Muñoz dejó de latir por la Presidencia de la
Cámara baja y abandonó su curul.
Hace unos días, cuando
los diputados federales albiazules pulsaban quién sería, de entre ellos, el
presidente camaral durante los primeros seis meses del segundo año de la LXIII
Legislatura federal, Madero estaba seguro de que, ¡por fin!, la historia le haría
justicia e hilaría ese cargo al que ocupó en 2008 en relevo de Santiago Creel
Miranda en el Senado de la República.
--Gustavo, ¿tu corazón
late por la Presidencia de la Cámara de Diputados?—le pregunté.
--Siempre ha
latido—respondió sin pensarlo.
La sonrisa que siguió a
la respuesta, evidenciaba que el diputado federal Gustavo Enrique Madero estaba
en el umbral de hacerse del cargo, con el respaldo del presidente nacional del
PAN, Ricardo Anaya Cortés, y Marko Cortés Mendoza, coordinador del grupo parlamentario
de Acción Nacional en la Cámara de Diputados.
Pero no. En la encerrona
celebrada en el Hotel Camino Real de Jiutepec, Morelos, el consenso fue nominar
al diputado federal morelense Javier Bolaños Aguilar, por el primer semestre y,
por el segundo, a la diputada federal Guadalupe Murguía. Una decisión
salomónica que sacó de la jugada a Gustavo.
Por supuesto, en la
encerrona hubo gritos y sombrerazos, incluso corrió a extramuros una plática
telefónica entre dos panistas en la que hicieron pedazos a otro de los
aspirantes, Federico Döring, quien de plano ni siquiera se atrevió a cuestionar
la nominación de Bolaños y Murguía, ni Eukid Castañón, el alfil del gobernador
de Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas, quien lo impulsó como parte de su
estrategia de hacerse de buena parte de la voluntad albiazul en su sueño de ser
candidato a la Presidencia.
Sin duda, ese cónclave
albiazul de los días 22, 23 y 24 de agosto en Jiutepec, fue un verdadero
escenario en el que se libró la batalla de ambiciones, de esos grupos que
pretendieron arrinconar a Ricardo Anaya y a Marko Cortés y su grupo,
especialmente por Madero y los que Eukid pretendió sumar a su causa. Claro,
Eukid ni figuró.
Pero, Madero montó en
cólera porque, según él, Ricardo Anaya faltó al compromiso de proponer al pleno
de la Cámara de Diputados su nominación, consensada entre la bancada albiazul,
como Presidente.
Una versión que no fue
desmentida tajantemente por Anaya, es que la bancada del PRI, en específico el
coordinador de ésta, César Camacho Quiroz, se opuso a que Madero fuera
nominado. ¿La razón? Simple y sencilla: Gustavo Madero fue firmante, defensor e
impulsor del Pacto por México, del que después se desmarcó y descalificó, con
acres declaraciones, incluso, contra el presidente Enrique Peña Nieto.
El PRI es mayoría en la
Cámara de Diputados con 208 legisladores; el PAN tiene 109 y el PRD 60. Por
tanto, Marko Cortés y Ricardo Anaya no se habrían atrevido a proponer a Gustavo
como presidente camaral so riesgo de un rotundo revés.
Pero, igualmente en la
cúpula del PAN Gustavo ya no es bien visto. Y lo sabe tanto que su enojo se
extendió hacia todos aquellos que votaron en contra de nominarlo; por supuesto,
como marcan los cánones, atacó y descalificó a Anaya. Pero su berrinche no
sobrevivió a la primera quincena de septiembre y volvió al espacio que le viene
ad hoc: un cargo en el gobierno de Chihuahua.
En el gobierno de Pancho
Barrio Terrazas, fue director General de Planeación y Evaluación del Gobierno
estatal. Este martes, el pleno camaral aprobó la solicitud de licencia que, un
día antes, Gustavo entregó a la mesa directiva de la Cámara de Diputados, por
tiempo indefinido, a la diputación federal.
¿A dónde va? Aduce que
se integrará al gabinete del próximo gobernador de Chihuahua, Javier Corral
Jurado.
“Me llevo un gran
recuerdo –dijo Madero en su despedida en la sesión plenaria—(…). Me voy a
Chihuahua para apoyar al gobernador Javier Corral. Marko Cortés le deseó éxito.
Digamos que, en estricto
sentido, Madero Muñoz y la Carabina de Ambrosio son la misma cosa. Rabiosamente
se alzó contra la dirigencia nacional de su partido y olvidó que un día estuvo
en ese espacio donde los calderonistas le cuestionaron voluntad política y reprocharon
haberse echado a los brazos del naciente –en esos días—gobierno de Enrique Peña
Nieto.
El berrinche le duró lo
que dura una jugosa oferta de irse a cobrar como funcionario público en su
estado natal. Rumbo a la sucesión presidencial, Javier Corral quitó del camino
de Ricardo Anaya el obstáculo llamado Gustavo Enrique Madero Muñoz.
¿Fue una negociación de
Anaya con Corral, o Corral decidió llevarse a Gustavo a hacer gobierno y
limpiar el tiradero que les dejará César Horacio Duarte Jáquez? Bueno, ya
contará Gustavo cómo se dio este tránsito de la rabiosas disidencia contestataria
a la dócil aceptación de una chamaba con cargo al erario estatal. Conste.
MIÉRCOLES. Dizque “para estar en coherencia
con los recortes que se están haciendo en la Administración Pública Federal”, el
senador Emilio Gamboa Patrón propuso a la presidencia camaral y sus pares en el
Senado de la República que los 128 senadores renuncien a la solicitud de incremento
en el presupuesto 2017, algo así como 301 millones de pesos. Sacrificados, en
2017 ganarán el mismo miserable salario de más de cien mil pesos mensuales y
otras percepciones que suman varios miles de pesos, que perciben este año. ¿Le
alcanzará a Emilio para el súper? Digo.
@msanchezlimon
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