*Quienes poseen la
estatura y la historia genética para encabezar el largo camino de
reordenamiento del país y la refundación del proyecto de Nación, como se
anuncia en Por México, hoy,
se arredran, por comodidad o por miedo
La
jornada electoral del 4 de junio ofrece una instantánea del verdadero rostro
político de México: un profundo abstencionismo como consecuencia del abuso de
poder, de la corrupción y la manera en que la partidocracia -como
administradora de los poderes fácticos y los barones del dinero- toma
decisiones que conducen a una reingeniería social, cuyo destino es la
integración ciega a América del Norte, una vez que desestructuren totalmente el
ser mexicano.
Porque ya desestructuraron la
ideología política de lo que fue el PRI, y desapareció el carácter,
congruencia, legitimidad y sentido de pertenencia de líderes y militantes,
tanto del Revolucionario Institucional como de los padres fundadores de Acción
Nacional. Los que hoy mangonean esos organismos abandonaron la idea de patria y
el concepto vivido de lo que fue un proyecto de nación exitoso, hasta que
decidieron disminuir al Estado, cuando los globalizadores determinaron que a un
gobierno fuerte y legítimo, correspondía un Estado anoréxico, sometido a un
constante vómito de activos.
Hoy vivimos una contradicción
absurda: en la absoluta legalidad de partidos y los tres niveles de gobierno,
pero en una profunda ausencia de legitimidad. Los niveles de aceptación en el
que se mueven las autoridades son de espanto. Alfredo del Mazo III gana la
gubernatura con 12 por ciento real de la votación, después de haber restado al
padrón electoral de esa entidad la cifra de los abstencionistas (48 por ciento)
y los sufragios obtenidos por sus partidos satélite.
¿Dónde voltear para topar la
mirada con la imagen de un líder, con un grupo que tenga la determinación de
reordenar al país y combatir ese fenómeno cultural y civilizatorio en que se
han convertido la corrupción y la impunidad, en los parámetros establecidos por
T. S. Eliot en Notas para la
definición de la cultura? Pensemos en la historia de la decadencia
de Roma, o del Imperio Austro-Húngaro.
Quienes poseen la estatura y la
historia genética para encabezar el largo camino de reordenamiento del país y
la refundación del proyecto de Nación, como se anuncia en Por México, hoy, se arredran,
por comodidad o por miedo, y no se vale, sí, no se vale que Ifigenia Martínez,
Manlio Fabio Beltrones y Cuauhtémoc Cárdenas se echen para atrás a la hora de
la acción. Al último, doña Amalia se lo ha de reprochar durante sus noches de
insomnio.
Pero la verdadera figura que me
desconcierta, porque parece haberse desestructurado como político, es Manlio
Fabio Beltrones, hoy distante de ese imaginativo y recio senador de la
República que en 2011 tuvo la capacidad de convocatoria suficiente para
encabezar una alternativa distinta, que el actual gobierno se empeñó en
enterrar.
Era un largo camino para llegar
a la reforma del Estado. Beltrones, en su búsqueda de opciones para convertir
la llana alternancia en complicada pero viable transición, a través de la
gobernabilidad, apuntó y presento la idea de los gobiernos de coalición,
viables hasta antes de la descomposición total de los partidos convertidos en
partidocracia, y porque deja viva la institución que es el cáncer desde el cual
irradia toda la descomposición política y social que padece México: el
presidencialismo concebido y conceptuado por Plutarco Elías Calles, y perfeccionado
por Lázaro Cárdenas.
Hoy, los gobiernos de coalición
son una bolsa de aire fresco a la partidocracia, sin reordenamiento político,
sin legitimidad a través de la reforma del Estado y sin encausar una transición
que, de posponerse por la eternidad, pudrirá más a México.
¿Dónde quedaron Ifigenia,
Cárdenas y Beltrones Rivera, que en su momento fueron capaces de inquietar y
mover el magín para crear opciones? ¿Dónde, esos político que saben que no
puede haber gobernabilidad con menos del 20 por ciento de aceptación real como
resultado electoral? Las cifras son inconmovibles.
Tengo la impresión, quizá
equivocada, que perdieron la confianza en ellos mismos. Quizá el camino es que
Ifigenia escuche la sugerencia formulada por Muñoz Ledo durante su homenaje en
la casona de Xicoténcatl, y convoque al encuentro de dos voluntades, una
conversación entre Cuauhtémoc Cárdenas y Manlio Fabio Beltrones Rivera, si no
para encabezar, sí para encaminar propuestas lógicas que nos permitan
recuperarnos a nosotros mismos, como mexicanos, como nación, como proyecto.
Me dirán que no pueden juntarse
el agua y el aceite, es cierto, pero sí pueden correr por el mismo cauce para
lograr objetivos compartidos. ¿Lo harían Por
México, hoy?
Ojalá, porque los tres son
corresponsables del futuro de México en 2018.
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