¿Qué depara la víspera? Maribel se fue dos días antes de ser elegida diputada federal por el distrito 22 de Naucalpan, en el Estado de México.
La conocí una mañana de
abril. Maribel irrumpió en su oficina como una adolescente que se quiere comer
el mundo a puños pero presumía su edad: cincuentona de pelo claro y sonrisa
franca cuya silueta no denotaba que era parte de quienes acumulamos años. ¡Ay!,
Maribel, Maribel…
Mujer de convicciones, venía
de ser diputada local y su trabajo le era reconocido por propios y ajenos, los
contrincantes políticos que son elemento de la contienda, a los que Maribel
respetaba y demandaba respeto.
Mire usted, ¡caray!, las
jugadas de eso que llaman destino. Mi cercanía con Maribel fue a propuesta de
mi amado Moy, por un comentario de su mejor amiga, Karina. Y Moy se fue sin
saber que la propuesta quedó en una naciente amistad.
Y es que, me duele el alma,
Maribel hizo un alto en sus actividades proselitistas para solidarizarse
conmigo y fue como acercar, esa noche de tragedia, su hombro para que llorara
porque mi mejor amigo, héroe y cómplice había emprendido, recién, el viaje a
ese ignoto destino.
¿Recuerdas Maribel esa
mañana en el Santuario de la Virgen de Los Remedios? Aquel sitio que conocí
hace medio siglo cuando llegué matriculado al plantel Naucalpan del Colegio de
Ciencias y Humanidades.
Te compartí esa experiencia
de bachiller y consideré buena decisión ésta de arrancar en Los Remedios, tu
campaña en busca de la diputación federal por el Distrito 22 de Naucalpan.
Y despojada de esos
atavismos superados por una reforma constitucional que concluyó con mocherías y
abrió el culto a la actividad política, escuchaste misa junto con tu equipo de
campaña, al que acompañé brevemente en un curso rápido de cómo hacer proselitismo
con recursos básicos y mucha imaginación.
Y Abel, tu hermano, presumía
de cómo avanzabas en la preferencia del electorado, apenas arrancada la campaña
y se alegraba del número de visitas a tu cuenta de Facebook y de Twitter.
Manejaba la camioneta en calidad de émulo de Checo Pérez y del experto en
manejo de redes.
¡Ah!, domingo 4 de abril.
Maribel saliste de misa y te encaminaste a la zona de los comederos que abrían
sus puertas a la feligresía dominical. Platicaste con dueños de los comercios,
con la vendedora de antojitos y el aseador de calzado y los turistas que
degustaban barbacoa, carnitas o tlacoyos y quesadillas y… ninguno se negó a
recibir tus volantes de propaganda.
Te sacaste selfies con
señoras y señores con, incluso, quienes sólo visitaban Naucalpan, el Santuario
de Los Remedios.
Maribel, Maribel, ¿atisbabas
en claroscuros tu futuro? Me platicaste tu decisión de buscar la diputación
federal y te imaginabas en el Palacio Legislativo de San Lázaro, me confiaste
asuntos de tu corazón, mas no de los males, no, de esos sentimentales que
arrancan suspiros. Y te veías feliz y satisfecha de lo que habías hecho como
diputada local mexiquense y de cómo decidiste pedir licencia definitiva a tu
curul para ascender, ascender.
¡Caray!, Maribel, recuerdo
el sábado 3 de abril en tu casa de Metepec sometidos a lecciones de integración
grupal. Juegos de adolescentes para acercar a los adultos y jóvenes que
integraban a tu equipo de campaña y que se sintieran uno. Bromas tuyas y
compartir el pan y la sal y recibir el equipo de trabajo: las camisas blancas y
rojas, los rompevientos y la buenaventura necesaria en el periplo que se
acercaba.
Sí, te conocí poco pero lo
suficiente para aprender de ti la fortaleza frente a la adversidad. Y no sabes
cuánto me sirvió y me la recordaste en esas horas del impacto en el pecho, del
dolor que provoca un aullido por la pérdida del cachorro amado.
Quién se imaginaría,
Maribel, que en esa ruta crítica en pos de ser votada en las urnas la vida se
te iría, porque quien manda en nuestros destinos así lo quiso y no te dio la
tercera oportunidad. Porque, ¿por qué, Maribel? ¡Caray!, habías superado
aquella gravedad que arrancó a tus hijos de sus tareas para acercártelos y que
te arroparan y te demostraran ese enorme amor y orgullo que sienten por ti.
Abel y Felipe fueron muy
cálidos cuando me permitieron acompañarte unos días en tu campaña, junto con mi
amigo Lalo Meraz y una pléyade de jóvenes, hombres y mujeres que abrían surco
en terrenos de esas colonias encaramadas en los cerros del municipio de
Naucalpan, calles serpenteantes que parecían desparramarse.
Y te observé bienvenida en
mercados, entre el comercio ambulante, en las reuniones mínimas con señoras,
amas de casa y trabajadores de la construcción y jóvenes que te exigían:
¡Cúmplanos! Y les respondías: “díganme que necesitan y si está a mi alcance lo
cumplo”. Como aquella tonelada de cemento que te pidieron y entregaste en un
mercado por allá arriba de un cerro convertido en caserío.
“Con la oferta de trabajo,
cero promesas y descalificaciones, en un acto en la colonia Los Remedios,
Maribel Martínez Altamirano arrancó su campaña como abanderada del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) en busca de una curul en la Cámara de
Diputados del Congreso de la Unión por el Distrito 22 de este municipio de
Naucalpan”, rezaba el primer párrafo del comunicado de prensa fechado ese
domingo 4 de abril.
Así es la vida con sus
entretelones tejidos por el destino, eso que llaman destino porque justo dos
meses después, en la madrugada del 4 de junio la vida se te agotó y, dos días
antes de ser votada en las urnas, te despediste de nosotros sin despedirte
porque nadie lo había considerado.
Maribel, admirada y
respetada Maribel. “Toma tu papel… Vota Maribel”, slogan de campaña y la música
que bailabas con tus simpatizantes al cierre de cada jornada proselitista.
¿Reclamar al destino cuando
el destino es indescifrable? Maribel, naucalpense presumías, “soy de Naucalpan,
aquí me enamoré, aquí me casé, aquí nacieron mis hijos y quiero ser diputada
federal por Naucalpan…”
Orgullosa del partido, el
PRI, en el que militabas y más orgullosa de tus orígenes. ¡Caray!, Maribel te
adelantaste cuando tus aspiraciones iban cumpliéndose palmo a palmo.
Por supuesto eres diputada
federal. No importa el resultado de los comicios; tu lucha por la vida que te
costó la vida, porque así lo decidiste. Mi voto por ti, mi aprecio y respeto
candidata. Tomo mi papel y voto: ¡Maribel! Buen viaje; ¡claro que nos
reencontraremos! Conste.
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