domingo, 13 de julio de 2014

Rogelio Faz/El efecto Arellano-Lupillo

Rogelio Faz//Cartas desde Chicago. Los inmigrantes cuando cruzamos la frontera hacia Estados Unidos de manera ilegal, recurrimos a todo tipo de artimañas planeadas o imprevistas. Que van desde un “coyote” recomendado, una Visa vencida, nadando, pecho tierra, en el compartimiento de la llanta de refacción, con la mica de un pariente o ‘chueca’, asilo humanitario, político, etcétera. Todas de acuerdo a nuestras posibilidades, salvo que no todas justifican la responsabilidad de valernos por nosotros mismos o de nuestros gobiernos de origen. Ante la desaprobación: discriminación y racismo.
Las formas, más socorridas para cruzar la línea son las recomendadas por nuestros familiares o conocidos que ya saben el camino.
Hace años estaba en práctica adelantarse al futuro, y consistía en ir ‘al otro lado’ con los hijos casi recién nacidos para registrarlos como residentes. Para después continuar rumbo al norte o regresar al país de origen, para facilitar la unión familiar. Era un secreto a voces, pero no era para alarmarse. Mas no dejaba de ser un acto inadecuado que estaba engendrando un mal hábito.
Pero como los hábitos hacen costumbres y de esta una forma de vida, emigrar pasó a ser una opción natural. Cuando nos dan el parón, ponemos el grito en el cielo y hacemos señalamientos poniendo a juicio la indulgencia de los demás por no estar de acuerdo a nuestras necesidades y necedades.
Aunque hay justificadas razones para emigrar, aun así deberíamos de tener en claro que tampoco nadie está obligado si no es su voluntad satisfacer nuestras expectativas.
Pero entre necesidades y necedades el hábito se arraigó. Para algunos la idea de emigrar es un destino manifiesto. En lugar de soñar con un oficio o ser comerciante en el lugar de origen, ya no digamos ser ingeniero, abogado o doctor, era algo secundario.
En ciertas áreas de nuestros países migrar es como si se tratara de un logro académico, y consistía (no más) en cumplir con los requisitos básicos: paciencia y edad. Y lo que era un secreto pasó a ser un escándalo a ojos vistos como está sucediendo con los menores que lastimosamente están siendo almacenados en bodegas en la frontera.
Cabe señalar que ninguna organización en defensa de los migrante hace un llamado para evitar una hecatombe por temor a ser señalados de ingratos. En la justificación está el pretexto y en la práctica el éxito; la consigna: presionar para seguir los pasos de quienes nos dieron la pauta.
Elvira Arellano, aunque no fue la primera ni la última, cruzó la frontera con su hijo en brazos anunciándolo a los cuatro vientos. Para algunos el haberse atrevido es más que suficiente para merecer asilo.   
En el caso del poblado Murrieta en California, donde un grupo de estadounidenses se opuso al arribo de inmigrantes menores y sus madres enfrentándose a los que estaban a favor, entre ellos el cantante Lupillo Rivera, donde el artista hizo declaraciones que desatinan con la realidad.
Nuestro “representante hispano” dice que el rechazo es una acto de racismo y discriminación: “no es solo contra los inmigrantes indocumentados, es contra todos los ‘hispanos’ con papeles o ‘ilegales’”. “Exquiusmi” Lupillo, si te refieres a que todos los inmigrantes de Latinoamérica nos gusta tu música como para que se nos juzgue a todos por igual ‘te esas meando fuera de la bacinica’. El hecho de que salieras a defender a tu gente muestra tu lado noble, pero no nos incluye a todos. Con o sin papales.
A Lupillo como a otros, los medios en español en EU (Tv) controlados en su mayoría por cubanos, los promueven como símbolos de la comunidad. Son parte de la estrategia de mercado, el paisa es mayoría.
Y el resultado se nota por las calles, incluso en los “expressways”, no se diga en los parques, no falta quien comparta su gusto musical a todo volumen, se puede escuchar a Lupillo, a las bandas gruperas o narcocorridos. Ese es el temor junto a otros comportamientos negativos los que exacerban la frágil indulgencia de cierta comunidad estadounidense que expresa de manera ofensiva su inconformidad. Con o sin racismo.
Cada quien a la hora de cruzar ilegalmente la frontera se rasca con sus uñas, el que no se aplauda no necesariamente es discriminación, como tampoco nos da derechos de facto. Ahora, con los menores migrantes retenidos no habrá una solución satisfactoria, ni con el apoyo de los tres tíos “McPato”: Gates, Buffett y Adelson que apoyan una reforma “comprensiva”. Mejor que se “mochen” para gastos de un “almacenamiento” más digno con sus 160 billones de dólares. Porque la coperacha en la comunidad es una miseria. Es más, las decisiones que se tomen ahuyentarán aún más la reforma para seguir con el statu quo. Eso sí, exigimos a los cuatro vientos derechos aunque están por verse merecidos.

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