Alguien
cuestionaba hace poco tiempo: ¿Crees que algún día recuperemos la fe en
nuestras instituciones, en los maestros, en la iglesia, en los
políticos, en la familia?
Vamos ¡En la humanidad! Ello me desconcertó un poco y me hizo reflexionar.
Es
patético considerar y poner en primer plano revisar el comentario:
Observar, pensar y concluir cuánta razón tenía ese cuestionamiento.
Detenerme un poco, hacer un alto en mi camino y revisar de qué manera
contribuyo para que todo esto mejore, forma parte de mis objetivos. El
leer comentarios en medios, desvía mi atención; Me distrae el escuchar
la radio, la lectura en internet me confunde, aun cuando presumo de leer
entre líneas, todo ello me genera desazón. Es entonces cuando decido
escribir un poco, en pos de la magia, de todo ese compendio de valores
enmarasmados y viciados, quiero y prefiero manifestar mis opiniones al
respecto, deseo fervientemente recuperar la fe perdida, en la
consecución de mi entorno integrado.
¡Y
sí! Efectivamente, percibo y observo el desaliento, la ausencia de
confianza, la incongruencia cotidiana en: El pensar, el decir y el
hacer, el transitar cotidiano programado, robótico, adiestrado, pero
como ¡No! Si yo misma me encuentro atrapada, sacudiendo mi molestia,
rechazando mi pasividad, lanzando lejos mi tolerancia a la apatía.
Es
lo único que se requiere, desperezarnos con energía, romper la sinergia
subyugante, el mimetismo ideológico, ese que se ha instalado como
paradigma, para con ello darnos cuenta que podemos lograr más de lo que
podemos visualizar. Nuestros sueños pueden verse transformados en una
realidad palpable, que atrae con firmeza la humana cordialidad, la
incipiente hospitalidad y la dudosa congruencia del ser. Es sólo el
principio de rescatar la fe en: ¿Nuestras instituciones, en los
maestros, en la iglesia, en los políticos, en la familia?
Vamos
¡En la humanidad! Felicitaciones por considerar que en el inicio de una
NUEVA ERA, podemos catapultar nuestro cambio de energía para mejorar
nuestra condición humana.
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