Teresa Gil/ Muy diferentes han sido los destinatarios sugeridos por gobernantes extranjeros y por Alejandro González Iñárritu para criticar la situación de México, al empleado por el pontífice Francisco por medio de la palabra mexicanización. Aunque se ha querido argumentar que se refiere al problema del narcotráfico, el concepto toca la decantación del nombre de un país y por tanto a los que vivimos en él. Sin deberla ni temerla nos han involucrado. ¿Sería justo hablar de la vaticanización del estado católico involucrando a toda su población por la pederastia? Creemos que no. Evo Morales y José Mujica en su momento aludieron a un estado fallido -obviamente encabezado por un gobierno concreto-, y el multipremiado cineasta mexicano fue más directo: “Ruego para que podamos encontrar y tener el gobierno que nos merecemos”. Cuando López Portillo nos incluyó en su frase, la corrupción somos todos, reflejó muy a gusto lo que había sido el sistema que él encabezaba y desparramó en los por entonces casi 100 millones de mexicanos, la acusación del robo y el saqueo en el país. Aunque las mañas del sistema se han trasminado a lo largo de décadas, existían millones de mexicanos que habían resistido la influencia, que tenían diferentes posiciones políticas y cívicas y sectores en los que predominaba un alto concepto de los principios éticos. Nada de eso le importó al señor de la Colina del Perro; éramos todos hijos, todos entenados. Parece que en ese concepto nos tiene el papa Francisco, todos estamos mexicanizados, todos somos corruptos y delincuentes. Lo curioso es que siendo México, el siempre fiel, el que más fuerza numérica le da a la iglesia católica en Latinoamérica, el argentino no se atrevió a decirlo abiertamente. Lo hizo por interpósita persona. La misteriosa carta donde aparece ese concepto- que en su momento aplicado a ellos, rechazaron los colombianos-, es aparentemente personal, “ingenua” ha sido calificada por algunos analistas que mencionan incluso la familiaridad hacia el destinatario de apellido Vera, al enviarle saludos a su madre. Pero a esos niveles no hay ingenuidad. El papa prefirió globalizarnos, recurso muy común, que hacer señalamientos concretos. Se lanzó la piedra y se escondió la mano. Lapedrada (Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1981), es uno de los libros más completos del gran poeta cubano Fayad Jamis, quien curiosamente, ¡era mexicano! Jamis nació en Zacatecas en 1930, pero vivió en Cuba y asumió la nacionalidad cubana. De sus muchos trabajos se hizo esta selección, la más sentida, en la que se despliegan el apasionamiento y la furia del poeta, ante las guerras (Argel, donde estuvo), la devastación, la sorpresa de la muerte en los combatientes, el odio acendrado ante el enemigo, sin que se desliguen el amor y la belleza. “mezcla de la bronca y de la ternura”. Conocí a Jamis en la embajada cubana en los años ochenta del siglo pasado y era un hombre apuesto, de mirada triste y concentrada; no imaginaba uno su capacidad de pasión al escribir sus poemas. Parte de La pedrada está escrita en prosa y consta de 5 partes y 179 poemas. Desfilan por sus casi 200 páginas las dedicatorias a Nicolás Guillén, Roque Dalton y Efraín Huerta entre otros. Jamis murió joven en noviembre de 1988. Recordémoslo este mes, mientras nos mexicanizan:
Es febrero
Arrastrando cenizas y voces aplastadas
Es el invierno detenido, la vida negra que está siempre
Febrero acorralado entre paredes rotas...
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