LUIS CARLOS RODRÍGUEZ |
Mientras en México la
jerarquía católica aún viven inmersos en el oropel, ligados a la clase política
en turno, alejados de actos de
protección a migrantes, ausentes de la búsqueda de los desaparecidos y su máxima
crítica de papel la realizan a través del editorial del semanario “Desde la
Fe”, hay un puñado de religiosos que todos los días se enfrentan las amenazas
del crimen y al desdén de las autoridades en su labor pastoral.
El padre Alejandro
Solalinde es uno de esos religiosos que todos los días viven entre la esperanza
de un país mejor, donde los migrantes no sean maltratados o desaparecido y que
las políticas y programas públicos defiendan los derechos humanos de niños,
mujeres y jóvenes que cruzan por México en su paso hacia Estados Unidos.
Nacido el 19 de marzo de
1945 en el Estado de México, Alejandro Solalinde es tal vez la voz más crítica
para el gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales en el tema
migratorio, sobre todo respecto a los abusos en contra de centroamericanos, así
como sus denuncias en temas como las desapariciones forzadas, el narcotráfico y
la corrupción.
El 26 de febrero de 2007
fundó el albergue “Hermanos en el Camino” en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, el cual se
ha convertido en un oasis para los migrantes que cruzan por México. En el lugar
se les ofrece alimento y posada así como
asistencia médica y psicológico, además de orientación jurídica.
“Antes de entrar en esto
de los migrantes era una persona sencilla, común y corriente, y desconocida.
Escogí los migrantes porque eran una zona muy hermosa para morir, para pasar
los últimos años de mi vida sirviendo de forma anónima, pacífica, privada, y
retirarme así”, dijo hace algunos meses durante la presentación de un libro.
De hablar pausado, pero
directo, Solalinde ha sido en varias ocasiones amenazado de muerte. En 2012,
durante la guerra contra el narcotráfico que decretó Felipe Calderón, el
religioso fue una de las víctimas colaterales. En mayo abandonó el país debido
a una serie de amenazas que recibió por su labor humanitaria. Fue un exilio
forzoso de dos meses.
Siempre al margen de los
partidos políticos y sus gobernantes, nunca dispuesto a la lisonja que tanto
gusta a al Arzobispo Norberto Rivera, el padre Solalinde, ha realizado diversas
caravanas por México, Centroamérica y Estados Unidos para exponer la difícil
situación de los migrantes y la necesidad de un cambio de políticas hacia
ellos.
Uno de sus mayores
enemigos son los grupos delictivos y cárteles dedicados al secuestro y
extorsión de migrantes. El sacerdote ha mantenido una campaña de denuncia
contra estos grupos criminales. También ha denunciado a policías de todos los
niveles y agentes del Instituto Nacional de Migración por sus abusos contra los
centroamericanos.
El paso 18 de mayo el
sacerdote y defensor de derechos humanos
denunció mediante su cuenta de Twitter ser objeto de amenazas: 2Ayer se me advirtió que " frenara la
lengua". Yo estoy bien, no tengo miedo y voy a seguir hablando lo que me
dicte mi conciencia”.
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