La contienda por el gobierno municipal de la capital de Puebla tuvo tufo de pelea arreglada, en la que el candidato priista Enrique Agüera Ibáñez recibiría una bofetada y se tiraría a la lona como si hubiese recibido de su contrincante, el oficialista Tony Gali Fayad, un severo derechazo en el botón de la quijada, desconectándolo de la realidad.
Y es que, mire usted, mientras del lado de la alianza Puebla Unida, controlada por el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, se manejó un impresionante equipo de campaña con elementos suficientes como para que la autoridad electoral estatal –también bajo control del gobernador—aplicara sanciones, el alto mando nacional del PAN, PRD y PANAL, hizo mutis ante la denuncias priistas.
Porque, en tanto Gustavo Enrique Madero y Jesús Zambrano Grijalva –el neoaliancista Luis Castro Obregón fue por lo menos discreto---se desgarraban las vestimentas y denunciaban un día sí y otro también que el PRI-Gobierno jugaba sucio en entidades como Durango, Veracruz y Quintana Roo, en Puebla la campaña era de tal pulcritud en ámbitos de su candidato Gali Fayad, que el malo era Enrique Agüera, apenas unos meses antes acompañante de Moreno Valle y Gali Fayad en actos públicos, sonrientes, de la mano y por la calle, con pinceladas de sociedad pública.
Por supuesto hubo denuncias desde el equipo priista contra Gali Fayad, como aquella relativa a su escandaloso enriquecimiento. Y no pasó nada. En la jornada del domingo siete de julio, Gali ganó con 267 mil 887 votos, contra 208 mil 998 de Enrique Agüera Ibáñez, candidato priista en la coalición 5 de Mayo.
¿Usted cree que Agüera demandó a Gali, ante el tribunal electoral, por haber rebasado el tope de campaña, o por tramposo? Vaya, podría haber dado pie su enriquecimiento inexplicable a una averiguación previa. Se habría esperado el escándalo, la movilización ciudadana por las principales calles de la Angelópolis, el Paseo Bravo, por ejemplo, o que cerraran la autopista México-Puebla los enardecidos apoyadores de Agüera, en demanda de anular los comicios, ante el evidente y público apoyo del gobernador Moreno Valle Rosas a su delfín Tony Gali Fayad.
Pero no. Resulta que demandaron a Gali porque éste habría incurrido en un cambo de domicilio sin notificarlo a la autoridad electoral. Vaya, una confusión domiciliaria no parece elemento de peso para emprender un litigio de aquí a febrero de 2014, cuando el delfín de Moreno Valle rinda protestas como presidente municipal de Puebla, en sustitución del también panista Eduardo Rivera Pérez.
¿Por qué Enrique Agüera, controvertido rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), cargo al que renunció para contender por la candidatura del PRI al gobierno municipal poblano, no emprendió la ruta del litigio post electoral?
La información de fuentes del PRI poblano refiere una razón que no desmentida por Agüera Ibáñez: pactó la derrota, a cambio de que se congelara una orden de aprehensión librada en su contra, precisamente por desvío de fondos de la BUAP a su aventura política en pos de la alcaldía angelopolitana. Creyó que su amigo Moreno Valle era demócrata y jugaría limpio.
Y es que en el entorno y crecimiento político de Agüera hay elementos de sobra para una novela de mafiosos. En diez años de su rectorado, lo mismo hay pistas de corrupción, crímenes y hasta manejos turbios de grupos de poder al interior de la prestigiada BUAP.
Agüera Ibáñez, un profesor de origen humilde que se convirtió en un político rico y poderoso, fue vulnerable candidato que el PRI aceptó nominar en Puebla, con la certeza de que tenía posibilidades de ganar y el respeto del gobernador Moreno Valle a una contienda abierta.
Pero ambos engañaron al PRI. La contienda fue tongo, pelea arreglada que el PRI prefiere mandar al archivo muerto. El rival, Gali, no es una hermana de la caridad, pero tuvo el apoyo del gobernador. Agüera se distanció de ellos y creyó en la democracia y en su palabra de no emprender acción alguna en su contra.
Mal fue el cálculo de Agüera. Hoy, se evidencia que traicionó a su partido en Puebla, porque en la cúpula saben que pactó con el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas un acuerdo de “inmunidad”.
La Procuraduría General de Justicia del estado de Puebla, meses antes de la contienda, abrió un expediente relacionado con corrupción en la BUAP. Incluso, en círculos judiciales transcendió que había un par de averiguaciones previas en contra de Enrique Agüera.
Es menester referir que el entonces rector de la BUAP fue citado en diversos escándalos de corrupción, que incluyen la acumulación de propiedades en los estados de Puebla, Veracruz y Quintana Roo; incluso se citó, sin desmentido de por medio, que vendió un helicóptero de su propiedad al llamado rey de la mezclilla, Kamel Nacif, actualmente preso acusado de pederastia.
Y ni qué decir de su cercanísima relación de compadrazgo con el “gober precioso”, Mario Plutarco Marín Torres.
Estos y otros factores de no menos rigor judicial pueden explicar por qué Agüera hizo una campaña de bajo perfil y evitó el litigio post electoral. Un elemento más, es el caso del profesor Samuel Malpica Uribe, ex rector de la BUAP, asesinado en la puerta de su casa. Malpica sabía toda la historia oscura de Agüera y, según ha trascendido, estaba dispuesto a airearla públicamente.
Por supuesto, hay elementos delicados, como éste del profesor Malpica. Pero, en el tejido de la pelea arreglada se une cada hilo de la madeja. Agüera evita los reflectores, no responde a esas versiones. ¿Será porque el próximo 11 de septiembre habrá elección de rector? Tal vez, porque Alfonso Esparza Ortiz --que lo sustituyó en la rectoría cuando se fue a buscar el Vellocino de Oro y dejó encargado del cacicazgo-- es el único candidato. La pelea arreglada, socios y compadres. Conste.
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