Yoloxóchitl, Mpio. De Tlacoachistlahuaca, Gro.
Tal pareciera que de muy
poco ha servido el ejemplo de extrema sensibilidad que en todo momento ha demostrado
doña Laura del Rocío Herrera de Aguirre, sobre todo cuando de aplicar los
Programas sociales desde la dependencia que preside, se trata. Ella, que ha
implementado un frontal combate contra la muerte materna, seguramente ignora
que en los centros de salud y hospitalarios de la tierra que vio nacer a su
esposo, muy a pesar de ella y de la noble labor que la ocupa en salvar vidas a
través de los servicios de Salud, continúan prevaleciendo la insensibilidad y
la negligencia médica.
La prueba más reciente de
ello es el caso de Rafaela Mares de 22 años de edad, originaria de la comunidad
de Yoloxóchitl quien murió el jueves de la semana pasada en el Hospital
Regional de Ometepec, (al que propios y extraños han dado en llamar ‘’El
Hospital de la Muerte’’) luego de un episodio antecedido por la discriminación,
insensibilidad y una buena dosis de negligencia.
La historia no podía ser más
dolorosa y triste. Rafaela, quien ya era madre de 3 pequeños de 6, 4 y 2 años,
estaba embarazada de su cuarto hijo y próxima a su fecha de alumbramiento en el
mes de julio, cuando el día 16 se comenzó a sentir mal. Pero no eran los
dolores de parto la causa de su enorme malestar sino un fuerte dolor de cabeza
que había comenzado a aquejarla varios días atrás. Fue llevada por sus
familiares a la comunidad de Rancho
Viejo donde fue atendida en el Centro de Salud de esa localidad., pero como no
mejoraba su estado de salud ese mismo día por la noche fue trasladada a
Ometepec donde cerca de la media noche y ya con su pequeño en brazos: Rafaela, había dado a luz dentro del vehículo que la
conducía a dicho centro con la esperanza de encontrar alivio a su tremendo dolor
de cabeza. Sin embargo, ahí se topó de entrada con la insensibilidad e indiferencia del personal de guardia que ni siquiera
en Urgencias la quisieron recibir alegando que ya no había cupo y la mandaron
al Hospital Regional donde luego de
ponerle mil trabas, la recibieron a eso de las 4 de la mañana, solamente para
mandarla de regreso a su casa a las 12 del medio día siguiente.
Durante casi una semana la
joven madre intentó seguir su vida normal, criando a su recién nacido aunque los dolores de cabeza lejos de
disminuir iban en aumento. El 23 de julio se puso muy mal y de nueva cuenta fue
trasladada al Hospital Regional de Ometepec, por el abuelo de su marido que en
ese día se encontraba trabajando en la comunidad de Jicayán. 3 días después sin
darle muchas explicaciones, les informaron que tendría que ser llevada al
Hospital General de Acapulco para ‘’ser operada de la cabeza’’. En efecto,
Rafaela fue llevada a Acapulco pero tampoco ahí fue atendida debidamente y sin
diagnosticarla todavía 5 días después la remitieron una vez más de regreso al
Hospital General de Ometepec, donde primero sufrió muerte cerebral para finalmente
fallecer el jueves primero de agosto, sin que los familiares hayan tenido
absolutamente ningún diagnóstico de la causa que la llevó a la tumba.
Ausencia de explicaciones para
los deudos de Rafaela Mares. Absoluta ausencia también de sensibilidad y
misericordia, para esta mujercita que no fue merecedora del precepto divino que
mandata amar al prójimo, pero a ella no la consideraron ni merecedora de un
poco de compasión ya que no era ni recomendada de algún influyente
y mucho menos contaba con dinero que ablandara las conciencias de los que ya
han botado y dado una patada al
juramento de Hipócrates. Total, no se trataba más que de una pobre
indígena y aunque La Biblia nos enseña que Cristo no hace acepción de personas los
seres humanos, incluyendo a Médicos y Enfermeras ¡si!.
Hay mucho de fondo en lo que
a todas luces parece ser un nuevo caso de negligencia médica. En efecto, el
juramento de Hipócrates puede ser ignorado pero la cobija alcanza para que los
involucrados se tapen con ella. Para empezar el director del Centro de Salud,
el Dr. Geovany Anica Moreno, al ser
cuestionado acerca de tan inhumano episodio dijo a esta reportera que no tenía
conocimiento del mismo. No se si en realidad este funcionario y Galeno haya
sido honesto, pero me cuesta trabajo creer que el personal a su cargo lo
menosprecie de forma tal al grado de ningunearlo ocultándole información tan
relevante. Aunque luego el mismo funcionario dijera sin dejar de fruncir el
ceño que él no estaba autorizado para dar este tipo de información, pues el
único que podía hacerlo es el Jefe de la Jurisdicción el Dr. Gustavo Ángel Cruz
Zárate, quien no se encontraba en su
oficina sino en una recorrido por algunos Centros de Salud de la Costa Chica,
al momento de ir a solicitarle una entrevista para LA VOZ. Sin embargo, algunos trabajadores de
Jurisdicción que por obvias razones prefieren omitir sus nombres, aseguraron a
este medio que en una reunión reciente el Jefe Jurisdiccional les había pedido
absoluto silencio y cero información a los medios. Incluso uno de estos trabajadores
afirmó tajante que un conocido reportero al enterarse de los acontecimientos
acudió a la Jurisdicción dizque a investigar pero 5 mil pesos fueron
suficientes para silenciarlo.
El que tampoco estuvo localizable
para que hiciera alguna declaración acerca del porque le negaron reiteradamente
atención médica a Rafaela Mares fue por supuesto del director del Hospital
Regional, Dr. Manuel Campos Benitez. El
personal que labora en este Nosocomio se limitan a alzarse de hombros fingen
demencia y sonríen maliciosamente, pero
se cuidan de hablar.
En las polvorientas calles
de la abandonada comunidad de Yoloxóchitl, resalta una plástico amarillo que
cuelga del techo de dos humildes viviendas y que señala el lugar exacto donde
familiares y vecinos, se reúnen tarde según su creencia –aunque anti bíblica-se
reúnen a rezar un novenario para pedir
por el eterno descanso de Rafaela Mares. La lloran su esposo, su madre y sus
pequeños hijos Roberto, Esmeralda y Gildardo. El bebé aún no tiene nombre, y aunque
extraña el calor y el olor de su madre, sonríe en su inocencia, mientras la
confusión, el dolor y la impotencia sobrepasan el anhelo por la ayuda
gubernamental, tanto a nivel municipal como estatal, para que María, la abuela
materna, viuda y madre de 8 hijos, acceda a algún apoyo para sacar adelante a
sus huérfanos nietos que en su infantil inocencia esperan que su mamá regrese
de Ometepec, donde ‘’fue a ver al Doctor’’.
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