AUNQUE CARAS VEMOS,
CORAZONES no sabemos, como bien dice el refrán, es difícil creer que todos
aquellos que han sido asesinados de manera violenta, a tiros, con armas de
grueso calibre, exclusivas del Ejército y Fuerza Aérea, hayan sido narcos o
hayan tenido vínculos con la delincuencia organizada.
¿Cómo creer por ejemplo,
que niños de tres, seis o diez años de edad, o incluso recién nacidos,
asesinados con armas de alto poder, hayan sido narcos o hayan tenido vínculos
con éstos? Es inconcebible a todas luces. ¿Cómo creer que la familia atacada en
Tepecoacuilco, dedicada a la recolección de botes de aluminio, incluidos los
niños, fue asesinada porque eran narcos?
Sí. Cuesta trabajo
creerlo. Y más porque esa familia, asesinada a tiros, a mansalva, por su
condición de vida, era muy humilde, casi de supervivencia, como muchas familias
o personas que han muerto a lo largo y ancho del estado, que parece difícil que
hayan tenido relación con el narcotráfico, al que se identifica, además de
armas, con dinero, con mucho dinero.
Dije al principio, citando
un refrán popular, que “caras vemos, corazones no sabemos”, para explicar que
nadie sabe lo que realmente es el otro, el vecino, el amigo, el compañero, en
razón de que siempre hay algo oculto en las personas, o porque ocurre que
aparentan una cosa y son otra. Sin embargo, también hay excepciones, y porque
además, la doble vida o doble moral, nada tiene que ver con los niños,
incluidos los recién nacidos.
Es cierto. Es posible,
cabe la posibilidad, de que un alto porcentaje de los que han muerto en esta
situación de violencia, producto de la guerra que el Gobierno lleva a cabo
contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, y el enfrentamiento entre
los grupos que la integran por el control de la siembra, trasiego y venta de la
droga, hayan tenido que ver, de una u otra forma con ésta, pero… ¿y los niños,
las mujeres embarazadas, y los ancianos?
Hay que decirlo. Es
triste, es lamentable, trágico y doloroso saber que en esta situación de
violencia que existe, no tan solo en Guerrero, sino en todo el país y el mundo
entero, mueran seres inocentes. Aquí en México, por la violencia generada por
el narcotráfico y la delincuencia organizada, y en otras partes del mundo, por
gente desquiciada o por el llamado terrorismo que impulsan grupos
fundamentalistas, gobiernos o países.
Y es triste, lamentable,
trágico y doloroso, porque parece ser que ésta será la herencia que como padres
estamos dejando a nuestros hijos, y a los hijos de éstos, como consecuencia de
la pérdida valores, de la falta del respeto por la vida, y de una educación sin
principios morales, que ha dejado de lado el valor de la familia como piedra
angular de las sociedades, para irnos por la ruta de los intereses perversos y
mezquinos que alientan la individualidad.
Y en todo esto, no sólo es
culpable el gobierno, sino la sociedad en su conjunto, que si bien le dejó al
Estado la responsabilidad de dirigirlo, de protegerlo y de educarlo, se olvidó
de su facultad de supervisarlo, de removerlo y de fincarle responsabilidades
cuando no cumpliera con el encargo depositado.
EN OTRO ASUNTO, lo he
dicho otras veces. Contrario al pasado reciente, hoy sí hay, porque existe,
gobierno en Guerrero. Con Rogelio Ortega Martínez, si bien cobraba como
gobernador, no actuaba como tal, quizá porque su objetivo era otro, de tal
forma que se dejaron de hacer muchas cosas, incluso también en la
administración que encabezó Angel Aguirre Rivero.
Claro. Eso no gusta que se
diga, y se molestan quienes fueron parte de esos gobiernos o se beneficiaron
con ellos. Y no solo se dejó de gobernar, sino también se olvidó lo
concerniente a la obra pública, y por supuesto, en materia de seguridad.
Precisamente porque no se hizo nada en esto último, es que, por ejemplo, el
Gobierno del estado no tiene hoy los suficientes policías que se requieren para
garantizar la seguridad de los guerrerenses. Faltan nada más, pero nada menos
que ocho mil elementos policiacos.
Por fortuna, me dicen, se
trabaja en ello, pero además, en su certificación con el fin de que sean
policías confiables, capacitados y profesionales. Hoy sí se ve que hay
policías, y por supuesto, gobierno en Guerrero, cuyo titular no descansa ni un
solo día, conciente de que porque se dejaron de hacer las cosas, hay mucho por
hacer. Y eso molesta a muchos. Jejé.
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