El que la idea de armarse
y enfrentar a los delincuentes esté permeando en la sociedad, no es sino el
mayor síntoma de la desesperanza y la incredulidad hacia las autoridades encargadas
de garantizar la seguridad de los ciudadanos. ¡La gente ya no les cree!
Ante la impunidad y la más
que demostrada incapacidad de los tres niveles de gobierno para detener la ola
de crimen y violencia en el estado, delinquir se ha vuelto tan común para
algunas personas que hasta realizan sus actividades en compañía de sus
familias, como si de ir de compras al mercado se tratara.
La tarde del jueves en
Acapulco, un presunto asaltante fue abatido por un médico militar al que
pretendió asaltar en su consultorio. Su esposa y sus hijos lo esperaban afuera
mientras cometía el ilícito que la muerte le impidió consumar.
En las redes sociales el
trauma de esos menores que estuvieron a pocos metros de donde su padre fue
muerto a balazos y su madre detenida, pasó desapercibido para los usuarios que
aplaudían y manifestaban su apoyo al médico odontólogo que ciertamente hizo lo
que muchos ciudadanos que se sienten indefensos y hostigados por tanta
violencia, extorsiones, secuestros, asaltos y robos quisieran hacer.
No es que sean
insensibles, el caso del asesinato un par de días antes de un niño de seis años
en el ataque a tiros a un velorio causó gran indignación al grado de que la
Fiscalía casi de inmediato dio a conocer la captura de dos presuntos
responsables, aunque en Facebook los comentarios al respecto fueron de total
escepticismo.
De igual manera, la
declaración del líder transportista Juan Mendoza Tapia de que algunos taxistas
de Acapulco se han armado e incluso, repelido agresiones a balazos como sucedió
el fin de semana en pleno centro de Acapulco y en la colonia Loma Bonita,
también provocó muchos comentarios de apoyo.
No quiero decir que las
decenas de comentarios que leí respecto a esos casos sean la opinión pública,
pero sí que hay muchas personas que ven bien que la sociedad se arme y se
defienda sola. Es decir, que ya no creen en lo más mínimo que las autoridades,
llámese de procuración o impartición de justicia, o de prevención del delito
como es el caso del alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre, vayan a
hacer algo por resolver esta situación.
El escenario es de una
enorme desconfianza hacia las autoridades que está llegando al punto en el que
el costo político ya ni debe preocuparles. Saben que los ciudadanos no confían,
ni confiarán en ellas hasta no ver que el baño de sangre y la impunidad se
terminen.
¿Se atreverán a tener
aspiraciones políticas? Para ellos, quienes dicen gobernar esta tierra de nadie
sería por Ley un derecho, pero en los hechos, no sería más que cinismo puro.
2018 se acerca. ¿El fin del infierno cuándo?
jalepezochoa@gmail.com
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