lunes, 23 de marzo de 2015

El juego de las vanidades, inútil y pernicioso Gloria Analco/ESCARAMUZAS POLÍTICAS.


 La figura del periodista, aquella que es un sabueso de las noticias, que hurga en todas partes y deja perpleja a la audiencia por sus hallazgos, el establishment se la ha ido engullendo, pedacito a pedacito, con la intención de hacer prevalecer sólo la línea de los intereses particulares.
Quienes delinquen, quieren manos libres para poder hacerlo. No tienen las agallas de pagar sus culpas si son pillados. Ellos no aceptan que alguien se entrometa y los delate, sean funcionarios, ministros de la corte, políticos, empresarios, militares, eclesiásticos, sindicalistas, policías, etc.
Se vale cometer el delito pero no denunciarlo. Pugnan, entonces, por un periodismo sin responsabilidad social en los medios de comunicación, mayoritariamente en manos de hombres y mujeres de negocios, que ven las noticias como mercancías o la oportunidad de una transacción para prebendas, y también para ser parte de las grandes comilonas de los opulentos, que lo son a ultranza.
Ya bastante hacen con entretener al público con el show de las noticias. El público no puede pedir más. Eso de que es obligado hacer periodismo con sentido social, como lo demandan la ética en el uso de los medios de comunicación y la propia Constitución Política para cimentar un país de leyes, es un lujo que a ellos no les conviene darse.
Hay otras prioridades, las suyas y sólo las suyas, de unos y los otros, “dueños” de los medios de comunicación y de aquellos que deben rendir cuentas a la sociedad, y no lo cumplen. En conjunto, son los causantes de un periodismo decadente y pobre en contenidos.
Son ellos quienes han hecho a este país a su imagen y semejanza, con la gran pobreza intelectual y moral que los caracteriza. Para seguir medrando con los bienes de la nación, hacen intentos serios por reducir al periodista al nivel de un simple “empleado” y moldearlo a su gusto, a sabiendas de las fragilidades de algunos de ellos, arrebatarles el respeto a sí mismos, y despojarlos de su dignidad.
No es casualidad que orquestadamente, con los más recientes ataques a la figura de Carmen Aristegui, desde los medios de comunicación, traten de hacerla ver como una “empleada con ínfulas”, para de paso dejar el mensaje de que los periodistas “no pueden actuar solos”, y que es el “patrón” el que decide quien está o no en su staff.
Lo gracioso es que se valen de periodistas sátrapas, en obediencia a sus amos, para atacar a otros periodistas. Así, con el caso Aristegui quedó claro que para ser contratados hay que cumplir con un requisito esencial: olvidarse del verdadero papel para el cual los periodistas deben su existencia.
Carmen Aristegui personifica la voz adalid de la verdad y la libertad en el ejercicio de una profesión que sólo puede ejercerse en esos términos.
Los políticos y funcionarios responsables de la buena marcha de este país, si no salen al paso para responder al clamor de la sociedad, estarían cometiendo el peor delito de todos: contribuir a esclavizar el pensamiento, y con ello prestarse a que México siga hundiéndose en el fango.
Estos tiempos demandan los más duros sacrificios para poner nuevamente de pie a nuestro país.

gloriaanalco@prodigy.net.mx

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