ALGUIEN, Y EN ESTE CASO LA FISCALÍA General del Estado (FGE) que encabeza Xavier Olea, como representante de la sociedad, debe interponer una denuncia en contra del llamado vocero de los Padres de los 43 normalistas desaparecidos, Felipe Cruz Sandoval, por el delito de fraude en agravio de la educación, y en consecuencia, de todos los guerrerenses. Claro, lo podría hacer el secretario de Educación Guerrero, aunque también debería integrarse otra denuncia en su contra por ser cómplice.
Y es que el delito de
fraude es lo menos que se le puede atribuir a Felipe Cruz Sandoval, quien todo
el 2015 y lo que va del 2016, ha cobrado el salario y otras prestaciones
correspondientes a dos plazas de maestro, pero sin trabajar, es decir, sin
ganárselo, sin devengarlo, pues en estos casi dos años abandonó sus dos centros
de trabajo, o lo que es lo mismo, a su escuela, a los alumnos que por
obligación tenía que enseñar.
En efecto, tras los
lamentables hechos de Iguala, Cruz Sandoval se autonombró vocero de los padres
de los normalistas desaparecidos, sin tener relación con los estudiantes ni con
los padres de familia, y para ello, al calor del movimiento que exige justicia,
y toda vez que no había orden en el sector educativo, el tal maestro abandonó
sus labores, es decir, a los que tenía como alumnos. En efecto, abandonó su
responsabilidad de enseñar, pero no de cobrar, como lo ha venido haciendo de
manera puntual desde hace casi dos años.
Así es. Felipe Cruz
Sandoval, que da entrevistas a diestras y siniestras y emite opiniones en
representatividad de los padres de familia, cuando éstos ni siquiera son
consultados, de acuerdo a la nómina de la Secretaría de Educación Pública
(SEP), ha cobrado sin trabajar durante estos casi dos años, casi 700 mil pesos
del Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa y Gasto Operativo. En el
2015 408 mil 329 pesos, y en lo que va del 201, 284 mil 595 pesos. Una cifra
nada despreciable por no hacer nada.
Ciertamente no es el único
maestro, por cierto de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación
(CETEG), que cobra sin trabajar. Desde hace años, la CETEG tiene no menos de
150 comisionados que realizan actividades de carácter político, cuando por ley
no deberían tener ninguno. La Secretaría de Educación Guerrero no solo lo sabe,
sino que ha firmado esas comisiones, lo que en Derecho significa que es
cómplice del desvío de recursos públicos, además de prohijar la corrupción.
Cierto es que la denuncia
en contra de estos defraudadores de la educación y del erario público pueden hacerla
cualquier ciudadano, pero al ser la Fiscalía General del Estado la
representante social de los guerrerenses, tiene la obligación denunciar el
fraude de referencia en contra de Cruz Sandoval, y de paso contra la SEG, por
cómplice, pues a sabiendas de que el susodicho está cobrando sin trabajar, en
agravio de la educación de los guerrerenses, no solo se ha hecho la occisa,
sino que ha continuado pagándole a quien está atentando contra el presupuesto.
Felipe Cruz Sandoval, para
aquellos que no lo sepan, está adscrito como maestro en las escuelas primarias
“Sentimiento de la Nación”, y “Artículo 27 Constitucional”, ambas en el puerto
de Acapulco, en donde ni siquiera va a cobrar, toda vez que le depositan la
quincena que debería desquitar. Como digo, como él, hay muchos otros supuestos
maestros que dicen luchar por la educación pero son los primeros en abandonar
las escuelas y a los alumnos, y más aún, tienen a sus hijos estudiando en
escuelas particulares, precisamente porque cientos como ellos no asisten a dar
clases.
Y EN OTRO ASUNTO, Cosa de
los tiempos, y de la globalización. En efecto, hasta hace algunos años, la
celebración del Día de los Muertos tenía un sentido religioso, espiritual,
místico. El Día de Muertos, eran días de respeto, de veneración de nuestros
fieles difuntos.
En el Día de Muertos se
festejaba, precisamente, la venida de nuestros fieles a nuestras casas, a
nuestras vidas. Era pues, un reencuentro entre vivos y muertos. Una convivencia
entre la vida y la muerte. A los muertos, a nuestros seres queridos que habían
partido al más allá, se les esperaba con lo que más les gustaba: con su comida
y su bebida favorita. Esa era la ofrenda, muy nuestra, muy de cada familia.
Y como decía, eso era
antes, pues ahora el Día de Muertos es fiesta, son concursos de ofrendas y de
catrinas. Son calaveritas, y son, muy al estilo de los Estados Unidos de
Norteamérica, son brujas. Sí. Antes el Día de Muertos era un rito. Hoy, para
desgracia de nuestras tradiciones con un alto sentido religioso, hoy es “jalogüin”.
Y el “jalogüin”,
ciertamente, no tiene nada que ver con nuestras tradiciones de honrar a
nuestros muertos. Claro. Cada quien.
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