Circula en las redes una
imagen de tres personajes populares. Uno refiere al encantador de perros, el
otro al encantador de gatos y, el tercero, alude al encantador de pendejos. No
simpatizo con la última porque es una descalificación pueril de una sector de
ciudadanos que creen firme y si usted quiere hasta radicalmente, en Andrés
Manuel López Obrador.
No, no ha cambiado un
ápice mi opinión respecto del tabasqueño, sigo considerándolo un manipulador
con vastos recursos económicos que ha apostado al poder por el poder mismo,
carente de ideología propia porque lo que él pregona es una mezcolanza de
conceptos ultra de derecha e izquierda con un aderezo personalísimo de
protagonismo y el concepto radical de si no estás conmigo estás en contra mía.
Respeto a quien piensa
diferente y considera que López Obrador es el líder que México debe tener y,
aún más, el Presidente de la República que va a salvar al país de lo que llama
la pandilla del poder.
No, no son pendejos los
seguidores del licenciado López. Hay entre esos integrantes, simpatizantes y
seguidores de Morena y, por ende, de Andrés Manuel influyentes académicos,
investigadores, luchadores sociales, libres pensadores que han aportado
sustanciales materias a la sociedad mexicana.
Pero, vaya, por qué si hay
otros ciudadanos que también respetan al lopezobradorismo, hay quienes desde
Morena se encargan de descargar odios personales contra quienes pensamos
diferente y no acudiríamos a un mitin de Andrés Manuel como igual no lo
haríamos en otro convocado por el PRI o el PAN, y no por desprecio a la praxis
partidista sino porque esa es nuestra convicción y cuando vamos a las urnas lo
hacemos convencidos de nuestras filias partidistas.
Lo cierto es que un alto
porcentaje de esa polarización ciudadana, de poner de un lado a los buenos y
del otro a los malos, de citar a pobres y ricos, de abonar en diferencias
incluso raciales, es culpa de quienes cíclicamente desatan a los demonios del
voto con ganas de joder al electorado, no al contrincante partidista, no al
contendiente por el cargo de elección popular.
Son aquellos que transitan
con piel de oveja y se llaman demócratas, tolerantes e incluyentes, pero en el
primer discurso rompen la estructura de lo políticamente correcto.
Andrés Manuel, a quienes
no simpatizan con él, los acusa de ladrones, pillos que apoyan a los
integrantes de la pandilla en el poder.
¿Realmente ser priista es
sinónimo de ladrón? ¿Simpatizar con López Obrador es comulgar con radicalismos
proclives a la violencia? ¿Ser perredista es andar por la vida con el doble
lenguaje y ser igual que Miguel Barbosa? ¿Comulgar con el PAN es transitar
entre las veleidades y traiciones de ciertos personajes justicieros?
Hoy han arrancado las
campañas en busca del voto en cuatro estados de la república. Y en ellos, los
precandidatos han soltado a sus huestes en pos de descalificar al contrincante,
cuando en realidad ofenden al sentido común del elector y lo alejan de las
urnas.
¿Sabe usted a quién
beneficia el abstencionismo? No, no al PRI, en estricto sentido de lo que
ocurría en otros momentos no muy lejanos, porque ese beneficio se inclina en
favor de quien gobierna en turno. ¿Quién
le tiene miedo a quién?
Ayer, sin mediar pretexto
alguno, en plan personal y mediante comunicado, Enrique Ochoa Reza aseguró que
“los ataques hacia el PRI reflejan la desesperación y el temor que tienen
Ricardo Anaya y Andrés Manuel López Obrador ante su inminente derrota electoral
en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz. Ambos denotan la
frustración de sus aspiraciones políticas personales”.
Dice que la actitud de
Ricardo Anaya, dirigente nacional del PAN, “no fortalece la democracia en
México y, en cambio, se parece cada vez más a la estridencia mesiánica de López
Obrador; que Anaya sabe que sus candidatos reciclados en Coahuila y el Estado
de México ya conocen la derrota y se perfilan de nuevo hacia ella”.
También acota que Ricardo
Anaya y Josefina Vázquez Mota deben aclarar a la ciudadanía el origen de su
patrimonio.
¡Ah!, pero dice que el PRI
postulará a las mejores mujeres y hombres como candidatos, y no habrá
simulación como en Morena, e incluso puntualiza que las críticas del PAN y
Morena, solo muestran su inminente derrota en las próximas elecciones.
La respuesta de Anaya y de
López Obrador no será tersa. No. Ambos reaccionarán con la descalificación por
delante. ¿Quién abona por la civilidad política?
Porque, mire usted, de
resultar ciertas las acusaciones que se reparten los dirigentes partidistas y
luego sus candidatos, entonces no cabe duda de que México está gobernado por
ladrones y oportunistas, pillos de siete suelas que tuvieron la suerte de estar
en el momento correcto para aspirar por un cargo de elección popular en el que
lo que más importa no es la honestidad ni la convicción social. No, lo que
importa es cómo descalificó al contrincante, sin enterarse de que, de antemano,
jodía el elector. Conste.
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