ROGELIO FAZ |
Rogelio Faz/Cartas desde Chicago. Al parecer los mexicanos necesitamos un examen de conciencia para salir de la crisis de valores que se dan tanto en la administración pública como en la ciudadanía. Por supuesto, esa deficiencia de valores no es generalizada ni exclusiva de los mexicanos, lo que sí es cierto es que esos “pocos” ejercen una influencia negativa en la conducta de los demás, por lo mismo es la imagen que se proyecta.
Toda sociedad tiene sus características; hospitalidad, servicio, civismo, cultura, etcétera, que se notan desde el tono de voz, lo que se dice cómo, cuándo y dónde. Características que nos hacen diferentes unos a otros y que pueden ser un atractivo o un rechazo.
No por nada la industria del turismo promueve las virtudes de las poblaciones locales como parte del atractivo turístico. ¿Pero qué sucede cuando la fama negativa es responsabilidad de esos pocos y la conducta viciada empieza a contagiar a los demás y en lugar de modificarlas se trata de minimizar, imitar o verles el lado gracioso?
México, a distancia además de las notas rojas que le dan mala imagen, se percibe una cierta adaptación al ambiente de violencia y a lo obsceno, como si se hubiera perdido la voluntad para mantener una conducta congruente a lo que se exige.
Se ha vuelto natural ser grosero y grotesco entre la gente joven en proceso de formación y otros no tan jóvenes ya deformados, que se toman la libertad de hacer y decir tonterías en cualquier lugar y hora. Estas conductas distan de una sociedad que se jacte de decente y funcional.
Tampoco se trata de pecar de moralistas o persignados, nadie está exento de los males hábitos que aquejan a la sociedad, obviamente los más débiles de mente serán las primeras víctimas, por lo tanto los más violentos y groseros. Cuando esta conducta predomina se expresa en inconformismo desde la infancia como sucede con el “mexican bullying” en las escuelas primarias.
En México como en otros países, es común ver programas de televisión abiertamente de humor negro con contenido sexual ante una audiencia infantil. Entonces ¿qué podemos esperar cuando esos niños sean adultos? Pues los veremos en las calles o en las universidades exigiendo con violencia sus derechos sin respetar a los demás o abusando de los más débiles.
Cuando se es adulto se sale con “los mayores de edad ya tienen capacidad para discernir”. ¿Pero qué calidad de juicio puede tener alguien que creció en medio de insultos, agresiones y morbo disfrazados de buen humor?
La televisión mexicana o en español en Estados Unidos, esta saturada de narco novelas en horarios estelares, con “superproducciones” para tratar problemas de alto impacto que lastiman a la sociedad, que no es más que embutir las mentes “abiertas” con shows chatarras como sucede con el narco entretenimiento. Más que tratar un problema social justifican el lado sentimental del crimen.
O como una campaña de lactancia materna en México apuesta su éxito a la polémica para justificar su fin. Como si la mercadotecnia careciera de recursos o imaginación y para compensarlo se tenga que echar mano con artistas atractivas ocultando sugestivamente sus pechos, incluidos los postizos. Poco les faltó recurrir a la vedette “La Tetanic”, o cualquiera otra, bien dotada con el propósito de motivar la lactancia materna valiéndose del morbo sexual a costa de la dignidad de la misma mujer.
O qué decir de un evento organizado para el día de las madres dentro de una escuela primaria en que se contratan a strippers para homenajear a las madrecitas santas con sus hijos presentes.
Cuando se conjuga la tolerancia desmedida, el falso o exceso de ingenio, libre expresión, grosería, funcionarios incompetentes y el mal gusto, el resultado no puede ser otro que una deficiencia en los valores de la sociedad, que se manifestará en un comportamiento que acarreará problemas de convivencia, y así se nos juzgará.
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