EL HUMOR RELAJA EL
AMBIENTE, POR LO QUE EL DETENIDO PUEDE OLVIDARSE --HASTA CIERTO PUNTO-- DE QUE
ESTÁ SIENDO INTERROGADO
El refrán dice que se
cazan más moscas con miel que con vinagre; y en el caso de la CIA y el
siniestro reporte de sus métodos de tortura, publicado la semana pasada, la
amabilidad y la empatía son técnicas de control y manipulación mucho más
efectivas que la tortura, para obtener información comprometedora.
La CIA se ha abstenido de
usar esta técnica secreta en lugares como Guantánamo y Abu-Ghraib, pero
establecer vínculos casuales entre el interrogador y el sospechoso, compartir
algo de información personal, hacer algunos chistes, e incluso servir un poco
de té, resulta hasta 14 veces más efectivo para obtener información.
Éticamente, el método de
la amabilidad sigue siendo una forma de coerción y manipulación psicológica;
preguntarnos si esta técnica es preferible a la de las brutales torturas a las
que la CIA y otras agencias de inteligencia someten a sus sospechosos es como
preguntarse si prefieres hervir en aceite o saltar del sartén, pero la tortura
sigue siendo una realidad indudable: un estudio mostró que de 30 detenidos por
ser sospechosos de terrorismo, uno de cada cinco sufrió alguna forma de tortura
física o psicológica durante el interrogatorio.
Pero el estudio (publicado
en Applied Cognitive Psychology) también descubrió que cuando el interrogatorio
se ejecutaba desde una óptica empática y personal, los sospechosos cantaban más
fácilmente. El término técnico con que los investigadores se refieren a las
técnicas coercitivas y barbáricas de interrogatorio es: contraproducente.
Este acercamiento
“empático” puede comenzar con el interrogador expresando preocupación por el/la
detenido, expresando simpatía abiertamente por él/ella frente a otros miembros
del equipo de seguridad, y utilizando humor. El humor relaja el ambiente, por
lo que el detenido puede olvidarse de que está siendo interrogado sin una orden
dictada por un juez, y comenzar a hablar de su serie de televisión favorita.
De hecho, un interrogador
(identificado sólo como “Andrew”) que operó en el ejército de Estados Unidos
durante 2009 y 2010 en Irak cuenta que logró sacarle información a un detenido
hablando de la serie 24. Aunque la empatía sea teatralizada, el detenido la
vive como real:
Utilizamos técnicas que
manipulan a la gente, pero no los lastimamos física o psicológicamente. Se dan
cuenta de que esta no es la fachada del gringo malo que les han hecho creer.
Les cambia la perspectiva, y de algún modo también la actitud hacia sus organizaciones,
y piensan ‘¿Por qué me mintieron?’
Luego de eso, comparten
más fácilmente sus secretos con nosotros.
La carta fuerte, desde el
punto de vista del interrogador, es que la empatía no atenta contra los
derechos humanos. Sólo queda preguntarnos si este tipo de manipulación no
debería ser considerada también como tortura en las legislaciones futuras: la
palabra, después de todo, sigue siendo más poderosa que la fuerza bruta.
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