DESPUÉS DE 5 AÑOS DE
INVESTIGACIÓN, EL SENADO DE ESTADOS UNIDOS DA A CONOCER SU REPORTE DEL PROGRAMA
DE TORTURA QUE LA CIA IMPLEMENTÓ DESPUÉS DE LOS ATAQUES DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE
2001
A partir de los ataques
del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de George W. Bush desplegó una
“guerra contra el terrorismo” cuyo alcance y brutalidad apenas estamos
dimensionando. Uno de los resultados de esta guerra fue dado a conocer el año
pasado con las revelaciones de los programas de espionaje de la Agencia de
Seguridad Nacional, que obtuvo datos de millones de ciudadanos estadounidenses
y de otros países, incluyendo mandatarios, utilizando a las grandes
corporaciones de tecnología. Este programa de espionaje, que sigue en marcha,
fue calificado, sin hipérboles, como francamente orwelliano. Ahora nos
enteramos de que las ya sabidas prácticas de tortura de la CIA fueron mucho
peores de lo que se había aceptado y que la CIA ocultó y engaño al gobierno, en
lo que parece confirmar lo que ha señalado el insider Michael J. Glennon sobre
las burocracias secretas que son, efectivamente, un gobierno en la sombra que
trasciende la estructura de partidos y las elecciones.
En 2002 el Departamento de
Justicia de Estados Unidos autorizó secretamente el uso de “técnicas de
interrogación aumentadas” a la CIA para coaccionar información en los llamados
“sitios negros”, una red de prisiones secretas. Este programa fue dado a conocer
en 2006, durante la administración de Bush, y en 2009 tales técnicas fueron
prohibidas por Obama. También en ese año se formó un comité en el Senado para
investigar el programa de tortura –se tenía contemplado que la investigación
durará 1 año, pero fue 5 años después, hace un par de días, que se dieron a
conocer los resultados de la misma.
El informe muestra
detalles de las prácticas de tortura que fueron implementadas por la CIA:
interrogaciones que duraban varios días sometiendo a niveles insoportables de
estrés psicológico a los interrogados, los cuales pasaban hasta 180 horas
seguidas sin dormir, en condiciones de frío tales que al menos un interno murió
por el frío; los prisioneros eran sujetos una “alimentación rectal” o
“hidratación rectal”; los oficiales de la CIA amenazaban a los detenidos
asegurando que detendrían a sus hijos y abusarían sexualmente de sus esposas y
sus madres o que “les cortarían la cabeza”; se les hacía creer que morirían en
custodia y se les describía cómo serían enterrados; por lo menos un oficial
aceptó haber participado en una forma de asalto sexual. Y la CIA no puede
determinar el paradero de por lo menos 19 detenidos y se admitió que por lo
menos 26 fueron detenidos de manera equivocada.
El propósito de estos
interrogatorios era, según un alto oficial, ejercer “control total del
detenido”. Sin embargo, el informe del Senado concluyó que las técnicas de
interrogación no obtuvieron ninguna inteligencia que no hubiera podido ser
obtenida por otro método –lo cual implica que el programa fue una declaración
de estilo: una maligna apuesta por la violencia y la lesa humanidad
Pese a su poca
efectividad, el programa costó más de 80 millones de dólares tan sólo en los
contratistas con los que la CIA hizo outsourcing de las torturas. Los agentes
capacitados para realizar la forma de tortura conocida como “waterboarding”
ganaban 1,800 dólares al día, hasta cuatro veces más que los que no hacían esta
técnica, la cual, el informe concluyó, causa serios daños físicos y
psicológicos en los sujeto que la reciben.
Analistas del informe
señalan que pese a detallar muchas de las técnicas de tortura el informe sigue
siendo insuficiente y es ininteligible en muchas secciones, además de que
oculta los nombres de los agentes e información relacionada con la
administración de Obama.
Dianne Feinstein, quien
encabezó el Comité de Inteligencia del Senado, llamó a las acciones de la CIA
después del 9/11 “un estigma en nuestros valores y en nuestra historia”. El
senador August King dijo: “Esto no es Estados Unidos. Esto no es quienes
somos”. Anthony Romero, director de la American Civil Liberties Union, en una
editorial en el New York Times, escribe que Bush y Cheney deberían de ser
oficialmente perdonados por estos actos de tortura porque sólo así se podrá
aceptar que estos actos son ilegales, y es importante sentar un precedente.
Estados Unidos, al
parecer, se ha convertido o ha confirmado su estatus como una nación que
subrepticiamente ha implementado un estado de terrorismo global. Combatiendo el
terror con el terror, protegiendo a unos y condenando a otros sin importar su
culpabilidad. Y, como advierten algunos analistas que se preocupaban de las
consecuencias de dar a conocer públicamente esta información, generando así más
terrorismo.
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