MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
El jueves de la semana
pasada, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en entrevista banquetera en el Centro de
Convenciones de Morelia, declaró que había tomado la decisión de no volver al
PRD.
Unos pasos atrás, Lázaro
Cárdenas Batel hizo mutis cuando le pedí opinión respecto de que su gobierno y
el de Leonel Godoy provocaron la severa crisis económica, política, social y de
seguridad que enfrenta el estado de Michoacán.
Por supuesto, Lázaro no iba
a admitir que él y el maestro Godoy desmadraron al estado y lo dejaron sumido
en tal crisis que apenas elemental el fracaso de Fausto Vallejo Figueroa. ¿Y si
hubiese triunfado en noviembre de 2011 Silvano Aureoles Conejo? Hoy, Silvano es
gobernador y ha ofrecido un amplio listado de propuestas y buenos deseos.
En su momento, en el año
2000, Lázaro acabó con la hegemonía del PRI en Michoacán: derrotó al candidato
priista al gobierno estatal, Alfredo Anaya Gudiño. Lo hizo con un discurso que
fue espejismo, demagogia.
Pero los michoacanos dieron
el beneficio de la duda al PRD y, en los comicios de 2007, votaron a favor de
Leonel Godoy, quien gobernó durante cuatro años. La misma demagogia y la
concesión de espacios al magisterio beligerante, le dieron respiro hasta que en
el intento por continuar en el poder, en los comicios de noviembre de 2011, el
entonces candidato del PRD, Silvano Aureoles Conejo, fue derrotado por Fausto
Vallejo.
Del ingeniero Cárdenas
Solórzano se entiende que no quiera volver al PRD. ¿Cómo para qué?
Fue prohombre del PRI,
renunció a éste porque no se le cumplieron sus sueños de poder –dizque la idea
era democratizar al PRI dirigido por Jorge de la Vega Domínguez y pastoreado
por el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado-- para fundar al PRD, al
que renunció después de usarlo como ariete para ser jefe de Gobierno del
Distrito Federal y tres veces candidato a la Presidente de la República.
Cuauhtémoc fue parte del
equipo responsable de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el
Centenario de la Revolución, en la administración de Felipe Calderón. Hoy es coordinador
de Asuntos Internacionales del Gobierno del Distrito Federal, cargo al que no
ha renunciado. Que se sepa, no ha sido altruista su tarea en esas encomiendas.
Cuauhtémoc nunca ha
ejercido formalmente su profesión de ingeniero; no se le conoce obra como, en
cambio, sí la tuvo el ingeniero Heberto Castillo. Pero Cuauhtémoc puede hacer lo
que le venga en gana porque, en ese papel de demócrata y salvador de la patria,
nuevamente junto con Porfirio Muñoz Ledo –27 años después de la aventura que
devino en la fundación del PRD— y otros próceres encumbrados por el perredismo
al que renunciaron, lanzó formalmente la iniciativa “Por México Hoy” que, dicen
ellos, no aspira convertirse en partido político ni buscar candidaturas. ¡Ajá!
El fundamento de esta
organización es, empero, desde la izquierda impulsar la elaboración de una
nueva Constitución General de la República. Será, sin duda, la nomenklatura
egresada del PRD la que abogue en distintos foros por esto que personajes como
el senador Alejandro Encinas aducen en busca de “repensar en colectivo el
proyecto de nación”, así, literal. Pero, y quién paga la aventura, con cargo a
qué cartera. ¿Les dio la fórmula Andrés Manuel?
En todo caso, serían filántropos
de la política y echarán mano de sus dineros para sufragar los gastos de sus
tareas. ¿Será?
Lo cierto es que, en este
transitar de la historia patria contemporánea y del siglo pasado, México ha
sido gobernado en los tres niveles, indudable, por políticos cínicos, ladrones,
demagogos, folclóricos, desleales grises y gatopardistas, de corte barroco y hasta
con características de intelectuales, otros de plano incultos y con brochazos
de sapiencia o traidores que se han asumido demócratas y justicieros con fino
olfato de la ubicuidad, un eufemismo de oportunismo, protagonismo y chapulineo
partidista con cargo al erario público. Por supuesto, como enuncian los
clásicos, hay honrosas excepciones; por fortuna son varias.
La historia de estos
personajes comienza a escribirse cuando nacen y se reproducen, esencia natural
de la estirpe, en las ligas menores de la política nacional y, cuando ascienden
a estratos superiores, ya traen la biografía propia, elaborada por amanuenses
y, la real que se guarda celosamente –hasta requerirse en la guerra de lodo--
con todo tipo de anécdotas, al final ciertas, que los pintan sin claroscuros.
Los ciclos no tienen
tiempos formales, para el nacimiento, desarrollo, reproducción y permanencia de
estos políticos que cubren los escenarios urgidos por hartazgo social. El PRI
tuvo su sacudida en 1988, prevista poco más de una década antes cuando José
López Portillo y Jesús Reyes Heroles atisbaron la decadencia del partido único.
El desprendimiento de los
frentistas de 1987-1988, entre ellos Cuauhtémoc y la inteligencia ubicua de
Porfirio con acompañantes como Rodolfo González Guevara e Ifigenia Martínez,
dio pauta a una suerte de mazacote en el que tuvieron cabida verdaderos
filibusteros disfrazados de izquierdistas que se encargaron de engatusar a
ciudadanos que terminaron dándoles, en las urnas, cónclaves en la Ciudad de
México, por ejemplo.
Hoy, el jefe de Gobierno,
Miguel Ángel Mancera, ha ofrecido que se investigarán denuncias contra quienes
recién dejaron el cargo de jefes delegacionales porque se les acusa de haberse
llevado hasta los teléfonos, minucia al lado de los negociazos que hicieron con
el gasto público, obras, servicios y apoyos a la fuerza aérea delegacional
integrada por amigotes, compadres, novias, amantes, primos y…
Bueno, bueno, Mancera está
obligado a emprender, junto con los nuevos jefes delegacionales, esa limpieza y
meter a chirona a estos ladrones de cuello blanco, demagogos pillos. Y, quienes
votaron por ellos, asumir la parte que les corresponde. El jefe de Gobierno
puede ser responsable por omisión porque es el gobernante de la capital del
país. Así de sencillo.
Lo cierto es que sólo
hasta tiempos recientes, cuando se acabó la hegemonía priista, es que los
mexicanos creímos que, ahora sí, prisiones faltarían para encarcelar a
demagogos y delincuentes que se enriquecieron con y desde el poder. Con la
oferta de Miguel de la Madrid –la renovación moral de la sociedad—se entendió
el fracaso de un compromiso de campaña porque la justicia se aplicó en el
concepto justiciero selectivo, el cobro de facturas. Ya nada fue igual, no,
empeoró.
Fox fue jarabe de pico y
se enriqueció con la práctica de lo que criticó. Del equipo de Calderón salió
la camada de nuevos ricos. ¿Demócratas y honestos?
El jueves 1 de octubre,
Silvano Aureoles Conejo rindió protesta como gobernador de Michoacán y refirió:
“he propuesto un nuevo comienzo no como borrón y cuenta nueva” y acusó: “le
hemos fallado a Michoacán la clase política”.
El sábado 3 de octubre, Jaime
Rodríguez Calderón “El Bronco” asumió el cargo de gobernador de Nuevo León y
zarandeó a su antecesor Rodrigo Medina de la Cruz. “Vamos a investigar sin afán
de venganza pero con sed de justicia”, ofreció.
Buenos deseos, oferta de
alto impacto mediático, líneas discursivas que, sin embargo, tienen el aroma de
más de lo mismo. Demagogia o el maná. Digo.
LUNES. Vas
puntero en la preferencia electoral de Sinaloa, le dije a Jesús Vizcarra.
Atento y sonriente respondió: “De eso, nada”. Y punto. Conste.
@msanchezlimon
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