Efraín Flores Iglesias |
El Sol Azteca sigue sin definir el rumbo que va a seguir en 2018. No
tienen muchas opciones, solamente dos: o se unen con el PAN o se van con Andrés Manuel López Obrador. Porque si
van con candidato propio a la Presidencia de la República sería un suicidio
político.
El aspirante más posicionado que tiene es Miguel Ángel Mancera Espinosa, jefe de gobierno de la Ciudad de
México. Los gobernadores de Michoacán y Morelos, Silvano Aureoles Conejo y
Graco Ramírez Garrido Abreu, respectivamente, solamente alzan la mano para
negociar senadurías y diputaciones federales.
Hay militantes que insisten que el aspirante que debe apoyar el PRD es Andrés Manuel López Obrador, dueño de Movimiento Regeneración
Nacional (Morena); pero hay un fuerte sector que propone una alianza con el
PAN, ya que el tabasqueño se ha
comportado grosero con el perredismo.
La dirigencia que encabeza Alejandra Barrales
tiene una tarea muy complicada, pues en 2018 el PRD se juega el
pellejo.
Si van con Morena es muy probable que las bases del PRD ya no regresen
al redil, y si se unen con el abanderado que postule el blanquiazul obtendrán
mejores espacios y retenga a su militancia.
López Obrador y otros personajes de Morena
son soberbios y han dicho que no necesitan al PRD para ganar en 2018, pues los consideran como parte de la mafia del poder y les reprochan haber
firmado en 2012 el famoso “Pacto por México” del presidente Enrique Peña Nieto.
En la Ciudad de México han protagonizado una lucha encarnizada por el
poder. Los pejistas han atacado a la
administración de Miguel Ángel Mancera. Por lo tanto, es ahí donde el PRD
pretende seguir gobernando y no cederle el control a Morena.
Con el PAN, el PRD tiene diferencias ideológicas, pero cuando se trata
de ganar gubernaturas en algunas entidades, los panistas han sido solidarios
con los perredistas. Guerrero, es un claro ejemplo. En 2005 y 2011 el PAN
sacrificó a sus candidatos Porfiria
Sandoval Arroyo y a Marcos Efrén
Parra Gómez para hacer ganar a Zeferino Torreblanca Galindo y a Ángel
Aguirre Rivero.
Se entiende que López Obrador encabeza las encuestas. No es algo nuevo.
En 2006 y 2012 también iba arriba, pero no ganó. Fue derrotado por el panista Felipe Calderón Hinojosa y el priista Enrique Peña Nieto.
El problema del otrora perredista y ex jefe
de gobierno, es su desmedida soberbia. Cree que él puede ganar sin hacer
acuerdos con los dirigentes de otros partidos.
Cuestiona a la mafia del poder y a las instituciones,
cuando él es parte del sistema de partidos que año con año reciben millones de
pesos para poder operar, lo
que le ha valido serios cuestionamientos de personajes que le apuestan a las
candidaturas independientes.
Si los dirigentes del PRD le prestan las siglas a López Obrador y
contribuyen a que gane, después andarán llorando en que fueron relegados en el
reparto de espacios en el gobierno.
Tienen que jugar inteligentemente y no dejarse utilizar por la ambición
del también llamado “Mesías tropical”.
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