Miguel Ángel Avilés Castro |
Cuando se supo de la
iniciativa de ley SB1070 que se aprobaría en Arizona, las muestras de
indignación de algunos políticos y empresarios de Sonora fueron tantas que yo
llegué a pensar que, a manera de protesta, se irían en marcha de aquí a la línea
fronteriza por toda la carrera a Nogales, dispuestos a derrocar al imperio.
No llegaron a eso pero si
se volvieron muy insurgentes por unos días, al grato tal de que, entre otras
cosas, propusieron un boicot comercial para manifestar su rechazo a esa ley
antimigratoria, presentada por la gobernadora de Arizona Jan Brewer, a la
que no le faltó reclamo o insulto por recibir.
En reunión sostenida por
la CONAGO en esos días, el gobernador Guillermo Padres mostró su rechazo y los
demás gobernadores del país se le sumaron mientras que, junto con él, los
mandatarios de Tamaulipas-donde se llevaba a cabo esa cumbre- así como los de
Baja California, Coahuila, Chihuahua y Nuevo León, acordaron no asistir a la
próxima conferencia de Gobernadores Fronterizos si ésta se realiza en Arizona.
Su frenesí parecía
anunciar el comienzo de una guerra de pronóstico reservado contra el país
vecino y uno lo que menos podía hacer
era sentirse orgulloso de la valentía mostrada por nuestros gobernantes quienes
por fin estaban dispuestos a sacar la casta y arriesgar su pellejo en defensa
de sus paisanos que habitan aquel país ajeno y que ahora, con mas razón, los
amenazaba la sombra de las vejaciones.
Aquí
en Hermosillo, el presidente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) en la
capital de Sonora, Gustavo Clausen Iberri también alzó la voz y como un
auténtico caudillo cuya aparente combatividad a favor de los migrantes hubiera
envidiado el propio Cesar Chávez, se puso al frente de los que idearon el
boicot afirmando que con ello se buscaba externar a las autoridades de esa
región, "que no estamos conformes con la ley que criminaliza a nuestros
connacionales".
El
líder de los comerciantes organizados en Hermosillo -que suman unos mil 600
afiliados a la Canaco-.de pronto se había convertido en todo un insurrecto y
anunciaba la campaña “un día sin mexicanos” para llamar a todo México a no
visitar el estado de Arizona en protesta por la promulgación de la Ley
antiinmigrante SB 1070 y se tomara conciencia por parte de las autoridades norteamericanas sobre todo la
Gobernadora Jan Brewer de estaba rechazando su Ley por discriminatoria y
retrógrada.
"Que
se den cuenta que nuestro peso tiene peso específico, que sientan en Arizona
que no estamos contentos, que sientan el rigor de no tener el peso
mexicano", destacó, tronante, con una enjundia que nos hacia imaginar el
colapso que sufrirían de un momento a otro los mercados internacionales a raíz
de tal medida.
Dijo
que este llamado era de todos los organismos empresariales del País, Concanaco,
y organismos civiles y anuncio un foro para dar vida a la "Declaración
Hermosillo contra la Ley SB 1070".
Claro,
como el dirigente no da paso sin huarache, añadió que la campaña "Un Día
sin Mexicanos" incluye también la aportación de los comerciantes de
Hermosillo que apoyarán poniendo descuentos en sus tiendas para motivar al
ciudadano a no visitar Arizona.
"Los
comercios afiliados van a poner descuentos, para que la gente se quede aquí, a
comprar, que no vaya a Arizona, no se trata de romper relaciones, pero sí que
sientan que no estamos contentos", indicó.
Esto
de alebrestarse le trajo buenos dividendos ya que las ventas en el comercio de
esta capital Sonorense repuntaron en 30 por ciento y manifestó-no sé si
pensando que su inquebrantable lucha anti yanqui los había contagiado- que los
consumidores habían incrementado su afluencia a los negocios locales, luego del
llamado para que evitaran comprar en el vecino estado estadunidense. Refirió
que el llamado que hicieron ''tuvo mucho eco y los consumidores están volteando
a ver el comercio de aquí''.
El
líder planteó que esa medida es buena también en el sentido de que se están generando empleos y derrama
económica para la ciudad capital. La idea es que los descuentos sean
permanentes, anotó, independientemente de que sea una medida para inhibir el
consumo en el vecino estado de Arizona, como una forma de presión en contra de
la ley antiinmigrante,
El tiempo pasó y esa beligerancia se fue apagando sin poder
evitar, pese a su sacrificada lucha, la promulgación de esta ley. Con ello, el
famoso boicot perdió vida y todo volvió a la normalidad. En los periódicos
locales volvieron los encartamientos de seductores folletos que invitaban a
visitar Arizona, con fotos y toda la cosa sobre hoteles, restaurantes y los
puntos más interesantes tal como si de pronto la campaña se hubiera invertido y
los sublevados empresarios, apoyados por los principales medios de comunicación
locales, se hubiesen convertidos en emprendedores guías turísticos que ponían
en marcha, ahora al revés, “un día con mexicanos”
Los arrebatos contra la ley anti migrantes y contra la gobernadora acusada de racista
se fueron volviendo tibios y
paulatinamente acabaron por ser una histórica catarsis vivida por unos
oportunistas que en una madrugada de tantas ya iban como si nada en plan de
shopping hacia ese estado gabacho que de dientes para afuera pretendieron
boicotear con desafiante medida.
Esos mismos que vivieron sus cinco minutos de fama, teniendo
al frente de su insurrección al
paladín Guillermo Padres, como parte de
la clase política y a Gustavo Claussen iberri en representación del pujante
sector empresarial, son justo los que la semana pasa recibieron en el hotel
Fiesta Americana de esta ciudad a la mismísima mujer que así casi tres
años era blanco de sus destellantes reclamos;
sí, la Gobernadora de Arizona Jan Brewer, cuya
imagen para no pocos mexicanos es de una
mujer racista y controversial en su acción contra los migrantes, en este caso
mexicanos.
Pese
algunos recursos constitucionales que están pendientes, la dama promulgo esa
ley que tenía por objeto sancionar a
quien se encuentre ilegalmente en el país y sancionar a su vez a quien contrate
o transporte a una persona que no acredite su legal estancia en el país y para
hacerse cumplir, se faculta a los
agentes policiales para interrogar a cualquier persona en torno a su status
migratorio cuando, apoyado en una duda razonable, considere que entró sin autorización ni
control, se mantuvo más allá del periodo autorizado después de la entrada legal
o violó las condiciones de entrada legal.
Como en
aquel entonces lo políticamente era acusar, señalar, reclamar con aparente
indignación y enronquecen con discursos incendiarios, a los momentáneos
defensores no les costó nada convertirse en los abogados de los desvalidos:
esos que se destierran por cuenta propia o porque la necesidad les dio un
fuerte empujón hacia el norte, gracias a que los hoy se enronquecen con
discursos incendiarios, nada hacen desde su encargo para que las condiciones
económicas y sociales se compongan y de esta forma nuestros conciudadanos la piensen para irse.
Como no
hay loco que coma lumbre, estos sabían bien que si aquella vez, hubiesen
amenazarse con inmolarse nada hubiera pasado. Al cabo era de lejitos y, en el fondo, como
hasta, nada harían que no hubiesen hecho aquí por sus gobernados.
Por eso a nadie
extrañó que en un cerrar y abrir de ojos, se les quitará los boicoteadore y,
pasada la coyuntura, volvieran a ser, como dice Serrat, “hombres de paja que
usan la colonia y el honor para
ocultar oscuras intenciones”.
Por eso a nadie le
extrañó que ahora que tuvieran cara a cara al motivo de sus rebeliones, acaso
fue para tomarle la mano y brindar con ella.
Por eso yo cito a Edgar Perdomo: “la
hipocresía política cuando se une al cinismo, siempre apunta hacia una complicidad
manifiesta, ordenada y sociológicamente concertada, que repercute directa o
indirectamente, en una práctica beneficiosa y no benefactora hacia el común de
la gente.”
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