martes, 26 de septiembre de 2017

CONTEXTO POLÍTICO Por Efraín Flores Iglesias Ayotzinapa, la herida que no cierra


Este martes se cumplieron tres años de la desaparición forzada de 43 normalistas de Ayotzinapa en la ciudad de Iguala. Tres años de una herida que no cierra. Tres años de un suceso que marcó para siempre a México.

Ayotzinapa sigue representando un caso de impunidad, ya que la autoridad no ha definido aún el paradero de los normalistas ni ha sentenciado a ninguno de los presuntos responsables.

Son más de 130 detenidos –la mayoría integrantes del grupo delictivo “Guerreros Unidos”–, quienes son acusados por desaparición forzada y homicidio.

A 36 meses de la tragedia de Iguala ningún pez gordo del gobierno ha caído, solamente charalitos (un jefe policiaco y subalternos).

Los padres de los normalistas siguen exigiendo –y con justa razón– la presentación con vida de sus hijos. Para ellos el culpable es el Estado. Y ya se obsesionaron con esa idea.

Desafortunadamente los padres de los estudiantes de Ayotzinapa son pastoreados por agrupaciones que tiene el claro objetivo de desestabilizar al país para hacer una “nueva revolución”.

Se entiende el sufrimiento de los padres y la gran esperanza que tienen por ver de regreso a sus hijos. Se entiende que protesten en las calles y lleven el caso a tribunales internacionales.

Lo reprobable del asunto es su apoyo al vandalismo y ser guiados por Felipe de la Cruz Sandoval, un profesor egresado de Ayotzinapa señalado por sus vínculos con la guerrilla y que no tiene ningún hijo desaparecido.

Además, tiene plaza de maestro, “cobra sin adscripción alguna y es aviador desde hace cuatro meses, tiempo que lleva viviendo en Ayotzinapa, cuando se unió al movimiento”. (El Financiero/25-I-2015).

La tragedia de Iguala provocó la caída de un gobernante irresponsable. Me refiero a Ángel Heladio Aguirre Rivero, quien delegó las tareas de gobierno a su sobrino Ernesto Aguirre Gutiérrez, ya que prefirió la borrachera del poder y cuando despertó ya era demasiado tarde.

Ángel Aguirre tuvo que solicitar licencia al cargo el 23 de octubre de 2014. Su sucesor fue Salvador Rogelio Ortega Martínez, un académico que administró el poder junto con sus amigos del “Grupo Tlalpan”.

Su papel fue gris y es señalado de anomalías financieras.

Lo que ocurrió la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, es algo que no podrá superarse pronto. La herida sigue abierta. Y seguirá así mientras no haya un castigo severo contra los culpables de tan lamentables delitos de lesa humanidad.

El actual gobernador de Guerrero es el priista Héctor Astudillo Flores, quien este 26 de septiembre a través de un desplegado manifestó su solidaridad con los padres de los 43 normalistas.

“El gobierno del Estado expresa su solidaridad con los padres de los 43 alumnos de la Escuela Normal Rural ‘Raúl Isidro Burgos’ de Ayotzinapa, cuya desaparición hace tres años mantiene viva la indignación colectiva”.

Y conminó a los manifestantes a evitar que la justificada protesta por la desaparición de los jóvenes, se convierta en actos violentos, que lejos de sumar el acompañamiento en la exigencia para conocer la verdad, “sea ocasión para atentar con los bienes, el libre tránsito y el derecho de terceros”.

En efecto, las protestas deben realizarse con el debido respeto a terceros. La protesta no debe ser sinónimo de violencia.
La investigación está en manos de la PGR.

Ojalá el gobierno de Peña Nieto agilice las investigaciones y proceda contra quien tenga que proceder.

Ayotzinapa merece especial atención para evitar otra tragedia.

Guerrero reclama paz y solidaridad en este momento por los estragos ocasionados por la naturaleza (huracanes y sismos). Es cuanto.

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E-mail: efrain_flores_iglesias@hotmail.com; 
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