domingo, 2 de septiembre de 2012

Presidente Electo Habemus DESOBEDIENCIA CIVIL Por Rodrigo Huerta Pegueros*


México sigue siendo uno de los países en los que quienes contienden por posiciones políticas no son lo suficientemente demócratas para aceptar la derrota con lo que se mantienen los enconos y divisiones que mucho mal le hacen al desarrollo nacional.
Una vez más, los magistrados del tribunal electoral del poder judicial de la federación han determinado quien es el ganador de la contienda presidencial del pasado primero de julio del 2012 y ha desahogado todas las demandas que se interpusieron y han contado y recontado los votos y validado el cómputo final.
El trabajo de los magistrados no fue tras bambalinas sino a los ojos de los mexicanos que quisieron ser testigos de cómo éstos llegaron a resolver los diferendos y con amplitud explicaron los pros y los contras de las pruebas aportadas y las inconsistencias que se tuvieron para probar los señalamientos esgrimidos como violaciones fundamentales a la Constitución Política de México.
Lo cierto es que tanto en las urnas como en tribunales el ganador de la contienda fue el priista Enrique Peña Nieto a quien se le entregó el pasado 31 de agosto el documento que lo acredita como presidente electo.
Este acto, en otras latitudes hubiese sido suficiente para pasar la hoja del proceso electoral, mas sin embargo en México esto no sucede así y por segunda ocasión el candidato que quedó en segundo lugar, si bien no se ha proclamado de nueva cuenta presidente legítimo, sí podríamos decir que se ha proclamado en rebeldía y específicamente en desobediencia civil, lo que es impredecible visualizar sus intenciones para combatir no solo a un régimen ilegítimo sino a un Estado (con mayúsculas) mafioso.
El exabrupto es tal que a todos nos salpicó, incluidos a sus propios seguidores y votantes, pues todos los mexicanos somos parte de este Estado al cuál invocó en su perorata matutina del mismo viernes para él negro.
Muchos dicen que esta es una reedición del 2006, pero me parece que no es así, pues en primer lugar, no se volvió a esgrimir el argumento de mandar al diablo a las instituciones y no invocó una insurrección sino mas bien tomó una de las fortalezas del panismo personificado en el inigualable Maquío, pero sin el apoyo de los blanquiazules, quienes han preferido marcar su raya y su distancia con el movimiento de las fuerzas de ‘izquierda’.
Si bien es cierto que se ha llamado a una asamblea nacional para el próximo domingo en el zócalo de la ciudad de México y se han escuchado las voces de los partidos que integran la coalición de ‘izquierda’ de sumarse a dicha asamblea, no así se han escuchado en las entidades de la República la misma decisión, lo cual hace suponer que la fuerza popular del 2006 no será la misma en este 2012.
¿La razón?, si es que se quiere esgrimir una, es que poco o nada logró promover el presidente legítimo durante su recorrido durante seis años por el país y una muestra palpable de este fracaso es el no haber logrado convencer a la mayoría de los mexicanos para que en esta segunda ocasión en que se postuló como candidato presidencial votaran por él y con ello forjar la mayoría necesaria para alzarse con el triunfo.
Luego entonces, el llamado a la desobediencia civil es una forma de continuar presionando a sus correligionarios para que lo mantengan vivo de aquí hasta el año 2018 cuando nuevamente se ponga en disputa la presidencia de México.
Por su parte, los demás actores políticos deberán de considerar su actuación dentro de lo que marca la Constitución y la ley y particularmente quienes hoy ostentan un cargo de representación popular en el Congreso de la Unión, en las cámaras de diputados de los estados y gobernadores y alcaldes que también fueron electos el mismo primero de julio pasado.
Lo que debe movernos a la reflexión como simples ciudadanos mortales de a pié es la forma como deberán comportarse los que están hoy investidos como ejecutivos y legisladores, ya que estos deberán actuar conforme al mandato popular que los situó en el lugar privilegiado que hoy ostentan y por lo tanto su responsabilidad social y colectiva es con los ciudadanos y no frente a su ex candidato presidencial.
Por otro lado, la desobediencia civil tiene variadas interpretaciones y no es posible ni imaginable siquiera el tratar de comparar una forma de desobediencia civil con la llevada a cabo por el indio Gandhi contra el imperio británico.
Si bien es cierto que quienes asumen la desobediencia civil también asumen la responsabilidad de lo que provoca su accionar dentro de las leyes que nos rigen, es casi seguro que algunos excesos serán sancionados y otros contenidos, más no será posible convencer a la mayoría de los mexicanos para que se sumen a esta cruzada convocada para iniciarla el domingo próximo.
Afirmar lo anterior no es un exceso de confianza sino una forma de interpretar los votos emitidos en las urnas y que claramente dejó al descubierto por quién si y por quien no se votó. Por lo tanto, si trasladáramos estos votos a las plazas públicas, los que quedaron en un segundo puesto serían minoría frente a los que no votaron en ese sentido y lo mismo diríamos del primer lugar, el cual si bien es cierto que se alzó con la mayoría simple, no es mayoría absoluta frente al volumen de votos emitidos.
Luego entonces, la lucha política en realidad no se librará en las plazas públicas ni con actos de desobediencia civil sino en las tribunas parlamentarias en donde se diseñan los presupuestos y las leyes de egresos e ingresos del próximo año y que esta nueva legislatura que este primero de Septiembre tomó posesión será la encargada de dilucidar hacia dónde deberán dirigirse los recursos públicos para hacer que México sea menos desigual y que los ejecutivos de los estados y municipios, así como el federal, transparenten los recursos que manejan a fin de poder evaluar su destino e impacto que provocan en la sociedad.
Lo difícil no es asumirnos como demócratas sino actuar como tales y para ello los representantes populares deberán aclarar desde ahora si van a actuar con visión de estadistas o seguirán regateándole al país las reformas necesarias para poder acelerar nuestra transformación y convertirnos en una nación próspera y del siglo XXI o seguiremos arrastrando los tabús y las idiosincrasias ahora disfuncionales como fueron en otros tiempos el socialismo científico o el nacionalismo revolucionario. Debemos ubicarnos en este naciente siglo XXI. No nos podemos desubicar y ni podemos darnos el lujo de equivocarnos una vez más.
Lo tienen bien claro todos los actores políticos en este país y sobre todo los líderes de los partidos políticos que se disputan en forma periódica los puestos de elección popular a lo largo y ancho del país. Todo ha cambiado. Tanto la forma para acceder al poder como la forma de hacerle frente a los que abusan del poder. No somos los mismos. Ni los del YOSOY132 son los jóvenes del movimiento del 68 como tampoco los izquierdistas de los sesentas y setentas son parecidos a los que hoy emulan serlo y hasta se autocalifican como tales. Así de grande ha sido el cambio y así de grande es hoy la forma como los mexicanos vemos el acontecer de nuestra realidad cotidiana y por ello podemos estar seguros de que la gran mayoría actuará en consecuencia sin atender pero tampoco sin desoír los reclamos, las exigencias y las denuncias de quienes se proclaman hoy como desobedientes, fácil fórmula para seguir haciendo lo de siempre: Grilla y nada más.
P.D: Monreal grita y se desgañita con el sentido que le da su frustrado intento por engañar con falsas pruebas a los magistrados del TEPJF.

Periodista/Analista Político*



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