México sigue siendo uno de
los países en los que quienes contienden por posiciones políticas no son lo
suficientemente demócratas para aceptar la derrota con lo que se mantienen los
enconos y divisiones que mucho mal le hacen al desarrollo nacional.
Una vez más, los magistrados
del tribunal electoral del poder judicial de la federación han determinado
quien es el ganador de la contienda presidencial del pasado primero de julio
del 2012 y ha desahogado todas las demandas que se interpusieron y han contado
y recontado los votos y validado el cómputo final.
El trabajo de los
magistrados no fue tras bambalinas sino a los ojos de los mexicanos que
quisieron ser testigos de cómo éstos llegaron a resolver los diferendos y con
amplitud explicaron los pros y los contras de las pruebas aportadas y las
inconsistencias que se tuvieron para probar los señalamientos esgrimidos como
violaciones fundamentales a la Constitución Política de México.
Lo cierto es que tanto en
las urnas como en tribunales el ganador de la contienda fue el priista Enrique
Peña Nieto a quien se le entregó el pasado 31 de agosto el documento que lo
acredita como presidente electo.
Este acto, en otras
latitudes hubiese sido suficiente para pasar la hoja del proceso electoral, mas
sin embargo en México esto no sucede así y por segunda ocasión el candidato que
quedó en segundo lugar, si bien no se ha proclamado de nueva cuenta presidente
legítimo, sí podríamos decir que se ha proclamado en rebeldía y específicamente
en desobediencia civil, lo que es impredecible visualizar sus intenciones para
combatir no solo a un régimen ilegítimo sino a un Estado (con mayúsculas)
mafioso.
El exabrupto es tal que a
todos nos salpicó, incluidos a sus propios seguidores y votantes, pues todos
los mexicanos somos parte de este Estado al cuál invocó en su perorata matutina
del mismo viernes para él negro.
Muchos dicen que esta es una
reedición del 2006, pero me parece que no es así, pues en primer lugar, no se volvió
a esgrimir el argumento de mandar al diablo a las instituciones y no invocó una
insurrección sino mas bien tomó una de las fortalezas del panismo personificado
en el inigualable Maquío, pero sin el
apoyo de los blanquiazules, quienes han preferido marcar su raya y su distancia
con el movimiento de las fuerzas de ‘izquierda’.
Si bien es cierto que se ha
llamado a una asamblea nacional para el próximo domingo en el zócalo de la
ciudad de México y se han escuchado las voces de los partidos que integran la
coalición de ‘izquierda’ de sumarse a dicha asamblea, no así se han escuchado
en las entidades de la República la misma decisión, lo cual hace suponer que la
fuerza popular del 2006 no será la misma en este 2012.
¿La razón?, si es que se
quiere esgrimir una, es que poco o nada logró promover el presidente legítimo durante su recorrido durante seis años por el
país y una muestra palpable de este fracaso es el no haber logrado convencer a
la mayoría de los mexicanos para que en esta segunda ocasión en que se postuló
como candidato presidencial votaran por él y con ello forjar la mayoría
necesaria para alzarse con el triunfo.
Luego entonces, el llamado a
la desobediencia civil es una forma de continuar presionando a sus
correligionarios para que lo mantengan vivo de aquí hasta el año 2018 cuando
nuevamente se ponga en disputa la presidencia de México.
Por su parte, los demás
actores políticos deberán de considerar su actuación dentro de lo que marca la
Constitución y la ley y particularmente quienes hoy ostentan un cargo de
representación popular en el Congreso de la Unión, en las cámaras de diputados
de los estados y gobernadores y alcaldes que también fueron electos el mismo
primero de julio pasado.
Lo que debe movernos a la
reflexión como simples ciudadanos mortales de a pié es la forma como deberán
comportarse los que están hoy investidos como ejecutivos y legisladores, ya que
estos deberán actuar conforme al mandato popular que los situó en el lugar
privilegiado que hoy ostentan y por lo tanto su responsabilidad social y
colectiva es con los ciudadanos y no frente a su ex candidato presidencial.
Por otro lado, la
desobediencia civil tiene variadas interpretaciones y no es posible ni
imaginable siquiera el tratar de comparar una forma de desobediencia civil con
la llevada a cabo por el indio Gandhi
contra el imperio británico.
Si bien es cierto que
quienes asumen la desobediencia civil también asumen la responsabilidad de lo
que provoca su accionar dentro de las leyes que nos rigen, es casi seguro que
algunos excesos serán sancionados y otros contenidos, más no será posible
convencer a la mayoría de los mexicanos para que se sumen a esta cruzada
convocada para iniciarla el domingo próximo.
Afirmar lo anterior no es un
exceso de confianza sino una forma de interpretar los votos emitidos en las
urnas y que claramente dejó al descubierto por quién si y por quien no se votó.
Por lo tanto, si trasladáramos estos votos a las plazas públicas, los que
quedaron en un segundo puesto serían minoría frente a los que no votaron en ese
sentido y lo mismo diríamos del primer lugar, el cual si bien es cierto que se
alzó con la mayoría simple, no es mayoría absoluta frente al volumen de votos
emitidos.
Luego entonces, la lucha
política en realidad no se librará en las plazas públicas ni con actos de
desobediencia civil sino en las tribunas parlamentarias en donde se diseñan los
presupuestos y las leyes de egresos e ingresos del próximo año y que esta nueva
legislatura que este primero de Septiembre tomó posesión será la encargada de
dilucidar hacia dónde deberán dirigirse los recursos públicos para hacer que
México sea menos desigual y que los ejecutivos de los estados y municipios, así
como el federal, transparenten los recursos que manejan a fin de poder evaluar
su destino e impacto que provocan en la sociedad.
Lo difícil no es asumirnos
como demócratas sino actuar como tales y para ello los representantes populares
deberán aclarar desde ahora si van a actuar con visión de estadistas o seguirán
regateándole al país las reformas necesarias para poder acelerar nuestra
transformación y convertirnos en una nación próspera y del siglo XXI o
seguiremos arrastrando los tabús y las idiosincrasias ahora disfuncionales como
fueron en otros tiempos el socialismo
científico o el nacionalismo
revolucionario. Debemos ubicarnos en este naciente siglo XXI. No nos
podemos desubicar y ni podemos darnos el lujo de equivocarnos una vez más.
Lo tienen bien claro todos
los actores políticos en este país y sobre todo los líderes de los partidos
políticos que se disputan en forma periódica los puestos de elección popular a
lo largo y ancho del país. Todo ha cambiado. Tanto la forma para acceder al
poder como la forma de hacerle frente a los que abusan del poder. No somos los
mismos. Ni los del YOSOY132 son los
jóvenes del movimiento del 68 como
tampoco los izquierdistas de los sesentas y setentas son parecidos a los que
hoy emulan serlo y hasta se autocalifican como tales. Así de grande ha sido el
cambio y así de grande es hoy la forma como los mexicanos vemos el acontecer de
nuestra realidad cotidiana y por ello podemos estar seguros de que la gran
mayoría actuará en consecuencia sin atender pero tampoco sin desoír los
reclamos, las exigencias y las denuncias de quienes se proclaman hoy como
desobedientes, fácil fórmula para seguir haciendo lo de siempre: Grilla y nada más.
P.D: Monreal grita y se desgañita con el sentido que le da su frustrado
intento por engañar con falsas pruebas a los magistrados del TEPJF.
Periodista/Analista
Político*
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