Cuando mi amigo me presentó a don Juan
Matus en la terminal de autobuses, e inicié mi perorata sobre las plantas
alucinógenas, él alzó la cabeza y me miró de lleno a los ojos. Fue una mirada
formidable. Aquella mirada estupenda me llenó de curiosidad y decidí buscarlo. ¿Cuánto
me pagarías? –dijo don Juan-, lo que a usted le parezca apropiado –le
contestó-. Págame mi tiempo…con tu tiempo – dijo él. ¿Cuándo estará usted en su
casa? –pregunté. Cuando vengas –repuso. No olvides de volver –dijo con
suavidad, y agitó la mano en despedida.
No tengo historia personal –dijo tras una
larga pausa-. Un día descubrí que la historia personal ya no me era necesaria y
la dejé, igual que la bebida. Primero hay que tener el deseo de dejarla –dijo.
Y luego tiene uno que cortársela armoniosamente poco a poco. ¿No sabes quién
soy, verdad? -. Jamás sabrás quien soy ni qué soy, porque no tengo historia
personal. Así nadie te amarra con sus pensamientos, y eso nos libera de esa
carga. A mí en lo personal me gusta la libertad ilimitada de ser un
desconocido. Así no se toma uno demasiado en serio, así no se da uno tanta
importancia. Mientras te sientas de lo más importante del mundo, no puedes
apreciar de verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras:
nada más te ves tú mismo, ajeno a todo lo demás. El mundo que nos rodea es un
misterio, y los seres humanos no son mejores que ninguna otra cosa. ¿Cómo puede
uno darse tanta importancia, sabiendo que la muerte nos está acechando? La
muerte es la única consejera sabia que tenemos, cada vez que sientas, como
siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser
aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te
dirá que te equivocas, que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte
te dirá: “Todavía no te he tocado”. Vivimos en la mezquindad pensando en que la
muerte nunca nos va a tocar. Teniendo la muerte a la vista, los miedos, las
ambiciones y las irritaciones son tonterías. Nuestra muerte espera, y este
mismo acto que estamos realizando ahora puede muy bien ser nuestra última
batalla sobre la tierra. Por eso es que no tenemos mucho tiempo, y esa es la
desgracia del ser humano.
¿Por qué debería ser el mundo sólo como tú
crees que es? ¿Quién te dio la autorización para decir eso? Ser inaccesible es
tocar lo menos posible el mundo que te rodea.
La gente casi nunca se da cuenta que de que
podemos cortar cualquier cosa de nuestras vidas en cualquier momento, así nomás
–chasqueo los dedos.
Todos dejamos y al mismo tiempo vamos en
busca de Ixtlán. Si quieres sobrevivir –dijo don Juan-, debes ser claro como el
cristal y estar mortalmente seguro de ti mismo.
Diciembre del 2014. El preludio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.