SERVIRÍA QUE EL PAPA
FRANCISCO, en su visita al país, programada para principios del año próximo,
visitara Guerrero? ¿Quién se beneficiaría con ello? ¿El pueblo guerrerense?
¿Los católicos, o los jerarcas de la Iglesia, es decir, el arzobispo, los
obispos y los curas? ¿O se beneficiarían las autoridades estatales y
municipales? ¿Quién?
¿Quién pues, en el caso,
poco probable de que el Papa visite Guerrero, se beneficiaría con ello? ¿Los
familiares de los normalistas desaparecidos, y los de “los otros desaparecidos”
de Iguala? ¿Les ayudaría a resignarse y a aceptar la pérdida, la ausencia de
sus seres queridos?
¿O sería, como suponen,
una oportunidad para que los reciba, y en consecuencia, un acto de exigencia y
recriminación del Papa hacia el gobierno federal, por lo que aquí ocurre?
¿A quién pues conviene la
visita del Papa a Guerrero, cuando son, en el caso de los normalistas, el
vocero de los padres y otros que dirigen el movimiento, los que gestionan la
estancia en este suelo, y no los familiares de los desaparecidos? ¿A quién
servirá de escaparate si quienes dirigen la protesta de los normalistas, son
cetegistas que se oponen a la “reforma educativa”, y ligados al Partido de
Andrés Manuel López Obrador (PAMLO), enemigo declarado del presidente de la
República?
Éstas y otras son sólo
algunas de las preguntas que saltan a la vista ante la posibilidad de que el
Papa Francisco visite Guerrero, en febrero próximo, toda vez que la jerarquía
católica del estado, encabezada por el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias, y
el obispo de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel, gestionan lo
necesario para que así suceda.
Lo anterior, porque en su
opinión el estado de Guerrero es el más representativo del país por sus altos
índices de violencia, por lo que opinan que sería el lugar ideal para que
Francisco dé un mensaje de paz, y de reconciliación, si se toma en cuenta que
“la construcción de la paz” es una de las prioridades de la Conferencia del
Episcopado Mexicano, siguiendo la experiencia de Colombia.
Por supuesto, no sólo la
jerarquía del catolicismo en Guerrero gestiona la visita, sino también los que
dirigen el movimiento de los padres de los 43 normalistas desaparecidos,
encabezados por el magisterio cetegista que se opone a la “reforma educativa” y
la evaluación de los maestros, aunque éstos, como los familiares de “los otros
desaparecidos” de Iguala, no solo pretenden que el Papa Francisco venga a
Guerrero, sino que los reciba y con ello se envíe un mensaje de justicia y de
condena al gobierno mexicano por esos hechos.
Cabe señalar que en
septiembre pasado, durante el viaje de Francisco a Estados Unidos, los
familiares de Ayotzinapa sólo pudieron manifestarse en las calles de Nueva York
durante los recorridos papales, aunque su intención era que los recibiera.
Además, hay que decirlo,
no debe perderse de vista que una posible visita del Papa al estado de Guerrero
sea un escaparate para los grupos y organizaciones sociales —incluidos los que
actúan en la clandestinidad—, que cuestionan y critican al gobierno federal,
por lo que no solo significa riesgos para Francisco por el grado de violencia
aquí existente, sino también para las autoridades federales, toda vez que
podría ser utilizada políticamente por grupos que nada tiene que ver con los
familiares de los desaparecidos.
Así que, a quién pues le
conviene que venga el Papa Francisco a Guerrero? Digo, si es que viene, aunque
parece poco probable, toda vez que si bien se reúne con quienes profesan el
catolicismo, encabezados por los altos jerarcas de la Iglesia Católica en
nuestro país, también es cierto que viene a México en su papel de Jefe de
Estado, con los protocolos correspondientes, y con la anuencia, claro está, del
gobierno mexicano.
En este sentido, parece
difícil que con todo y que el Papa Francisco sea el representante de Dios en la
tierra, venga a México en plan de pelearse con el gobierno federal, a
cuestionar la situación que vive el país, o a poner en tela de duda la
actuación de las instituciones mexicanas en torno a la impartición, procuración
y administración de la justicia.
Dudo, ciertamente, con
todo y que nuestro país es mayoritariamente católico, que el Papa Francisco,
como invitado que es del gobierno federal, venga con la intención de agraviar
al Estado Mexicano. Aunque claro, aún faltan algunos meses para eso. Jejé.
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