Es abogado profesional,
silbante desde hace 30 años y réferi en los cuadriláteros de Acapulco, por lo
que tiene “con queso las enchiladas” de anécdotas de todo tipo, y aunque ha pasado amargos
momentos, ve en su hija mayor cualidades para disputar el esférico o que
también algún día lo emule en el arbitraje profesional.
“Se dice fácil, pero cumplirlos es lo más
difícil, máxime cuando llegas a los 30 años con la cara en alto y con la
satisfacción de aplicar siempre el reglamento en cada partido, de ahí que
gracias a Dios no he sufrido ninguna agresión física y me siento muy bien para
pisar cualquier terreno de juego y salir con la satisfacción de haber
cumplido”.
Fueron las primeras palabras
de un hombre que el domingo pasado cumplió 30 años de vestirse de negro para
salir a las canchas del balompié en sus diferentes sectores, y aunque se
esperaba que el festejo iniciara dirigiendo las acciones del encuentro
programado en la canchas de la Secundaria Federal número uno entre los equipos
20 de Noviembre e ISSSTE Guerrero, de la edad de 45 años de la Liga Real Amigos
que dirige Enrique Serrano, se quedó vestido y alborotado porque los segundos
no se completaron.
Sin embargo se aventaron y una “cascarita” y de ahí se pasó a la entrega de un reconocimiento que le entregó el silbante profesional Urbano Magdaleno Pérez, quien preside la Delegación de Árbitros del Estado de Guerrero, A.C, “por su brillante y destacada trayectoria arbitral durante 30 años, participando en el fútbol profesional, torneos estatales y ligas de fútbol amateur en el municipio de Acapulco”, rezaba el documento.
Fue arropado por sus
compañeros silbantes del ex Colegio de Árbitros en Acapulco y ahora miembros de
la citada Delegación, como el hombre de color y firme presencia en el terreno
de juego, Fausto Noyola Alberto, los abogados Salvador González Olea, Simón Castrejón
y Salvador Guadarrama, así como Librado Sánchez Ávila y Adrián Urbano Lima,
entre otros, sin faltar su esposa Rocío Navarrete de Torres, su hija menor
Kristel Amparo y la mayor Yomilí Sasana Torres Navarrete, de quien, por cierto,
ve cualidades para que destaque en el balompié como jugadora o vestida de
negro, “porque es buena para criticar en los partidos”.
Mientras degustamos un
sabroso salpicón en salsa verde con arroz cocido con cilantro, Jesús Torres
Liévano responde a nuestra pregunta que Kalín
le quedó desde su estado natal Sonora, “como a los Jesús le dicen
Chucho, a los Ricardo Richard y así”.
Da gracias a Dios porque
durante esa larga trayectoria en los terrenos de juego ha salido siempre “bien
librado, aunque en la actualidad es cuando más se arriesga el pellejo porque
hay personas que asisten a los partidos como jugadores o espectadores con caras
de pocos amigos y no les parece la actuación de uno”.
Comenta que en noviembre de
1987 el entonces presidente del Colegio de Árbitros en Acapulco, Simón
Castrejón, le dio la oportunidad de que dirigiera pisara vestido de negro el
césped de la Unidad Deportiva para dirigir las acciones de un partido de la
famosa liga Obrera que dirigía Chava Domínguez.
“El cinco de diciembre del
’91 debuté en la Tercera División como árbitro asistente, en el partido
Barracudas-Elektra, encuentro celebrado en la UDA y en el que los primeros se
impusieron 2-1. Fui el juez de línea 1 y Gilberto Martínez Lara el dos”, añade mientras recibe felicitaciones de
jugadores y ex jugadores, como el medio campista de Unión Laja, Humberto
Gatica, quien le pide “la del recuerdo para el facebook” y se orgullece de
jamás lo han expulsado durante sus largos años en ese deporte amateur.
A su mente viene que el ’96
fue su menor época en el sector profesional, ya que debutó en las entonces 3ª.
A, 2ª. A, 2ª. B y en la entonces Primera A, “siempre como árbitro asistente.
Bajo la sombra de frondosos
árboles y con el plato en la mano, Kalín recuerda con un poco de melancolía en
ese partido de Barracudas tuvo que asistir a la UDA y dejar a un lado el
festejo de su hija Yamelí Susana, quien cumplía siete años y le habían organizado
una misa de acción de gracias y un convivio, al cual llegó agotado porque
pareciera que ambas escuadras se habían puesto de acuerdo de disputar el balón
desde el silbatazo inicial hasta el final, por lo que provocó la polvareda al
correr su banda para auxiliar con la bandera al central.
No olvida que cerró en el
profesional en el encuentro entre Gallos Blancos de Querétaro y los Delfines de
Acapulco. “Hay de queso para las
enchiladas en anécdotas tristes, amargas y alegres, pero ante todo tengo la satisfacción
de que en cada partido siempre he cumplido aplicando las reglas del juego, de
ahí que nunca he tenido problemas y soy amigo de grandes futbolistas en todos
los sectores”, subraya.
Ahora silba “uno que otro
partido” porque desde hace diez años dirige el Colegio de Árbitros Municipal de
Acapulco, antes José Ramón Fernández, aunque se da tiempo para recibir baños de
agua de riñón o refresco y más recordatorios familiares como réferi en las
funciones gratuitas del encostalado que se llevan a cabo en la Vicente Suárez o
en la Unidad Deportiva de Ciudad Renacimiento, “todo por amor al arte”, remata.
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