Rogelio Faz/Cartas desde Chicago. Poner en duda los derechos adquiridos por la comunidad gay o gais, se corre el riesgo de ser señalado de homofóbico. Pero hay cosas por aclarar que no tienen nada que ver con la homofobia, discriminación o religión.
En Chicago, hoy domingo 29 de junio se lleva a cabo “la parada del orgullo gay”. En conmemoración a la represalia contra esta comunidad en 1969 en el bar Stonewall en Greenwich Village, New York, cuando la policía los reprimió violentamente.
Como antecedente tenemos que en la Antigua Grecia o Roma, la práctica homosexual era habitual. Y que a finales del siglo XIX en Alemania, el escritor Heinrich Hössli ya hacía mención del movimiento gay.
Hoy día exigir respeto y derechos implica exposición y usurpación. Entre los logros controversiales está el matrimonio entre el mismo sexo y la adopción de niños.
En estas circunstancias hay condiciones insalvables como para aceptar que una pareja del mismo sexo funcione como familia, y no precisamente porque “Dios manda” sino por la misma naturaleza no lo permite.
El origen etimológico de la palabra matrimonio sugiere la unión entre un hombre y una mujer, aunque hay diferentes versiones, todas apuntan en este sentido, en lo civil y religioso. Querer implementar el mismo concepto en personas del mismo sexo al menos debería implicar otro término.
Pero como la intención es ser “iguales”, pone en duda el orgullo gay. Y se puede comprobar en las ceremonias matrimoniales de gais, que siendo casi ancianos y viviendo medio siglo juntos o juntas, hacen un aspaviento de felicidad que no es más que tratar de imitar a los heterosexuales jovencitos.
¿Significa que el ser gay no les es suficiente? Y para ser aceptados como “igual” requiere abrirle las puestas al modernismo de la sexualidad para regresar a los anales de la historia, o al hippismo del amor libre de los años 60, con la filosofía del marxismo-leninismo.
Ser gay no debe de ser motivo de disputa, ni de abuso, ni de burla. A las personas sin importar su preferencia sexual se les debe de aceptar y respetar por lo que son sin necesidad de que tomen un rol que no les corresponde.
Por más que se quiera, un hombre sin matriz no podrá ser madre en matrimonio. De seguir siendo “progres” en ese sentido, significaría que la Iglesia Católica para el siglo XXX aceptara los matrimonios entre sacerdotes, y para ir con la tonalidad de la época, pues podrán adoptar niños, y en la homilía podrán leer los sacramentos del marxismo-leninismo, total, todo mundo tiene derecho a todo.
Mientras tanto, hay que ir a las “paradas” de los gais para apoyarlos y ver cómo destapan su intimidad reprimida. Qué pena por todos aquellos que dignifican su condición y respetan sus derechos y la de los demás.
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