Corría el mes de Mayo del
año 1.966. Al consultorio del doctor Javier Cabrera, situado en la Plaza de
Armas del pueblo de Ica, llegó su amigo Félix Llosa Romero, llevándole un
regalo. Se trataba de una piedra ovalada, de color negruzco y aristas
redondeadas; tenía grabada en una de sus caras la imagen de un extraño pez y su
peso era mayor del que, a primera vista, correspondía a su tamaño. Quedará muy
bien como pisapapeles en tu escritorio, dijo Llosa, también le dijo que su
hermano poseía una gran colección, proveniente del caserío de Ocucaje, donde un
huaquero (Campesino que realiza excavaciones arqueológicas clandestinas) las
extraía por docenas.
El doctor Cabrera, descarta
con firmeza la posibilidad de que las piedras hayan sido grabadas por los
Incas. En primer lugar porque las piedras son muy anteriores al período en que
los Incas vivieron en Perú y además, porque las piedras dan fe de conocimientos
tecnológicos que los Incas nunca poseyeron.
En su enorme colección, el
doctor Cabrera ha clasificado las piedras en diversos grupos, según los
símbolos que presentan. Hay series que tratan de temas técnicos, otras de temas
médicos, geográficos, antropológicos, zoológicos, etc. Hay series de piedras
que describen con todo detalle la evolución de los dinosaurios, desde el huevo
hasta la completa madurez; otras que relatan las incidencias de complejas
intervenciones, y otras que explican con todo detalle cómo era el planeta
Tierra antes de las grandes convulsiones geológicas que le imprimieron su
conformación actual.
A partir de sus
interpretaciones de los dibujos grabados en las piedras, afirma que esa
humanidad gliptolítica fue creada por una raza superior que llegó a la Tierra
desde algún lugar del cosmos. Al llegar a nuestro planeta, esa raza no halló
vida inteligente, y decidió crearla a partir de un primate emparentado con el
Lemur, llamado Notharcus, que se extinguió hace 50 millones de años.
En su libro "El mensaje
de las piedras grabadas de Ica" (Inti Sol editores, Lima, 1.976), afirma:
Mediante el trasplante de códigos cognoscitivos a unos primates que pertenecían
a un tipo de primate muy inteligente generaron hombres. Aparentemente, las
piedras dicen que había varias categorías humanas: Los de mayor poder
cognoscitivo son los que el doctor Cabrera denomina Hombres Reflexivos y
Científicos, por encima de los cuales se situaban, por supuesto, sus creadores,
los hombres llegados del cosmos.
Uno de los elementos que
confirman la creencia del doctor Cabrera, es una piedra donde está labrado un
mapa del mundo tal como era en el período terciario (esta piedra está
representada en la portada de su libro, reproducida en página 461). Allí, la
forma y la disposición de los continentes es completamente diferente de la
actual, y considerando que la geología no supo hasta fines del siglo XIX y
principios del XX que los grandes cataclismos de fines del terciario habían
provocado cambios espectaculares en la forma y disposición de los continentes,
el doctor Cabrera sostiene, que esa piedra sólo pudo ser labrada por hombres
que vivieron en un planeta con esa configuración y que, además, poseían los
medios técnicos necesarios para recorrerlo y observarlo desde grandes alturas.
Las teorías del doctor
Cabrera, no han encontrado demasiado eco en la comunidad científica. Algunos de
sus adversarios han llegado a asegurar que Basilio Uchuya, el Huaquero que ha
proporcionado la mayor parte de las piedras al doctor Cabrera, es el único
artífice de las mismas; según esta teoría, Basilio las graba, untándolas
después con betún de los zapatos y quemándolas para darles una falsa pátina de
antigüedad.
Esta ingeniosa teoría no
tiene en cuenta la edad de Basilio, ni el tiempo que requiere fabricar una de
estas piedras. El Huaquero podría haber hecho, en toda su vida, unas 10.000.
¡Pero se acercan a las 40.000 las que se han catalogado hasta ahora, y cientos
de miles las que se suponen aún enterradas!
No obstante, el doctor
Cabrera, no carece por completo de apoyo. El francés Chanoux, en su obra
"Enigma de los Andes", aseguraba que las piedras de Ica podrían ser
la biblioteca de los Atlantes, que han existido hace 50 millones de años.
El periodista español J. J.
Benítez, en su libro: "Existió otra humanidad" (Plaza y Janés,
Barcelona, 1.977), hablaba del hallazgo de dos cerros artificiales que
recubrían un pavimento de piedras grabadas, en un lugar cercano a Palpa (Perú)
hacia el cual parecen apuntar, nada menos que las líneas de Nazca.
Fuente/
Biblioteca Pleyades
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