Rogelio Faz/Cartas desde Chicago. Hay países latinoamericanos que tenemos una opinión desproporcionada de los Estados Unidos, que a pesar de las críticas en contra, lo idealizamos. Primero, creer que es inexorablemente democrático, con vida hollywoodense y, un país inmigrante por los siglos de los siglos... Creencias que son utilizadas para plantear derechos reales o imaginarios.
EU como nuestros países, se ha formado bajo los ideales de libertad, justicia e igualdad. La diferencia podría consistir en que nosotros no hemos podido o no hemos querido aplicar el orden y la jurisdicción. Es frecuente ver los rasgos autoritarios y ventajosos de la época Colonial.
Pero EU no está libre de imperfecciones, sin embargo hay voluntad de compartir beneficios respetando las reglas. En comparación con Latinoamérica donde la corrupción es parte de la regla, empezando por los políticos.
Por ahí alguien dijo “las reglas se pueden doblar pero no tanto porque se rompen”. Y EU es experto en doblarlas, mientras que en nuestros países en romperlas. Esa diferencia la aceptamos, hasta que nos dan un reglazo.
Con relación a la corrupción: EU está muy por debajo al que estamos acostumbrados, lo que es ganancia. Orden y justicia en la sociedad estadounidense es la que predomina sobre la clase política, hasta ahora. Aun así la corrupción es posible, pero nada en comparado a otros países como en México que se da en cuanto es posible.
El asumir que las leyes estadounidenses son como sentencias bíblicas escritas en piedra, nos crean conclusiones equivocadas, cuando en verdad dependen del interés público o político. Como en todos lados.
Pero exigimos que esas leyes también nos cobijen, así acabemos de llegar, más que por cultura democrática, por la idealización con la que concebimos a EU.
El problema migratorio es claro ejemplo de ello. Si nos van a deportar decimos: “no tenemos familiares allá” (¿?), “nuestros hijos no hablan español y padecerían sufrimiento”. Pero cuando llegamos a gringolandia no importaba que no conociéramos a nadie o no habláramos el idioma, que nuestros hijos pronto se acoplarían al sistema americano sin sufrimientos.
Parte del movimiento pro inmigrante nos ha vendido la idea de que en este país hay que presionar para merecer todo, así lo dispone la democracia. Partiendo de la idea añeja del nuevo orden del mundo moral; el colectivismo de los derechos, secuencia natural o científica de la política economía, la que exhibe la anatomía endémica de la sociedad, culpa del imperialismo capitalista
Principios de la liga de los justos, positivismo que ha venido a ser más positivo en los gobiernos capitalistas que en los socialistas, ir del socialismo utópico al científico. Materialismo histórico donde el capitalismo salvaje debe de pagar la deuda histórica. Después de todo, sin el socialismo-comunismo no habría democracia.
Retórica que hace eco en el inmigrante con rezos en la catedral política: el Capitolio, lugar para plegarias con dialéctica subliminal y realismo utópico, motor del cambio histórico. Resultaría paradójico creer que un buen día la virgen de Guadalupe guiñe un ojo a los congresistas, o tome la mano del presidente Obama para que firme una moratoria a las deportaciones.
Espejismos de fe y derechos en un país de ensueños donde se pone a prueba la democracia y la justicia al estilo hollywoodense ¡Todos somos migrantes por los siglos de los siglos…!
Estamos a días cruciales para que el presidente se decida por el “poder de la pluma”, esperamos que a la virgen no se le olvide que Obama es zurdo. Si el materialismo filosófico de izquierda cumple su cometido, pues entonces habría que reconocer su realidad metafísica en los sueños democráticos y ponerle un alatar.
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