Moisés Sánchez Limón
El pasado fin de semana los dirigentes nacionales del PAN, Gustavo Enrique Madero, y del PRI, César Camacho Quiroz, estuvieron en la etapa del optimismo de campaña.
Sonrientes, de buen humor, hasta las críticas las asumen elogios o, en el mejor de los casos, la evidencia de que existen con su peso específico y condiciones de seguir en el primer plano político, aunque no necesariamente en el primer sitio del top ten electoral.
Quizá quien más motivos tiene para andar de plácemes, activísimo, saludador, respetuoso, incluyente y hasta dispuesto a besar abuelitas y niños al margen de la foto de campaña, es Camacho, el líder del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, que se ha vuelto ajonjolí de todos los moles y candidato a compadre de quien se lo proponga.
En contraste, Gustavo Enrique Madero da la impresión de blofear con la sonrisa de “aquí no pasa nada”, cuando a su alrededor la casa evidencia goteras, humedad y óxido en los ventanales antes elemento para presumir del señorío de haber sido oposición correcta y modosita en una carrera, como la del perro amarillo, lenta pero segura hasta llegar a la Presidencia de la República.
Camacho, en los días recientes anda como niño con juguete nuevo, un partido al que todo lo ha salido a punto de turrón, pese a la escandalera de sus prohombres incómodos.
Veamos. A tiempo o destiempo, como se ajuste, el caso es que la cúpula priista, con Enrique Peña Nieto a la cabeza --es presidente de la Comisión Política Permanente, una especie de Sacro Colegio de Notables Priistas--, ya expulsó del partidazo a Tomás Yarrington e hizo mutis con Humberto Moreira, quien puso tierra de por medio y se fue a Barcelona dizque a estudiar un posgrado y, ahora con la captura de José Manuel Sáiz Pineda, tesorero que fue del entonces gobernador Andrés Granier Melo, puede dar vuelta a otra página.
Vaya, de qué tamaño debe ser el optimismo de Camacho y la tranquilidad de no tener muertos en el clóset, que hasta criticó a los vecinos de enfrente, aunque quizá con mayor precisión a Gustavo Madero y al PAN, cuando el sábado cuestionó a los conflictos domésticos de la oposición de izquierda y de derecha.
“Por eso, acotó Camacho, estamos muy fuertes y nos sentimos optimistas. En el PRI no perdemos el tiempo en arreglar conflictos domésticos, porque no los tenemos, aquí ejercemos la política con inteligencia y en actitud fraterna”. ¡Sopas!
Por supuesto, Madero no se puso el saco, aunque estaba que ni mandado a hacer a su medida y, en la conferencia de prensa ofrecida el pasado domingo, para presentar un ramillete de 14 nuevas denuncias contra el PRI por supuestos delitos electorales cometidos en siete entidades donde hay proceso electoral, reclamó al presidente Peña Nieto que se omiso en atender las denuncias y que la PGR ande en el autismo de procurar justicia comicial. Claro, claro, mejor pegarle al primer priista del país que al encargado del changarro, aunque éste haga bien su chamba.
Y, bueno, en otra esquina y como no queriendo, Jesús Zambrano Grijalva, dirigente de una parte mayoritaria del PRD, también anda en la idea de que da frutos presionar al PRI con eso de los delitos electorales, aunque lo mismo que el PAN, tiene sus asegunes con militantes incómodos que no son precisamente un ejemplo de políticos tolerantes e incluyentes.
La senadora Luz María Beristáin y su hermano Juan Carlos, aspirante éste al Congreso quintanarroense, son hazmerreir del ciudadano que, en ellos, tiene al mejor ejemplo del político corriente, gandalla, oportunista, demagogo y hasta extorsionador.
Tres partidos, entonces, en busca del mejor sitio en el proceso electoral que se dirimirá el próximo 7 de julio en 14 estados de la república. Tres optimistas que en el Pacto por México tienen al mejor pretexto para negociar y arrinconarse entre sí. Ser o no ser, Gustavo Madero dice que no se sale del Pacto, pero sus malquerientes lo quieren fuera de ese espacio y también de la dirigencia nacional del PAN.
Zambrano tiene un contrapeso con el secretario general del CEN perredista, Alejandro Sánchez Camacho y la corriente Izquierda Democrática Nacional, liderada por René Bejarano y su esposa, la senadora, María de los Dolores Padierna Luna. ¿Tiene razones para andar optimista? ¿Cuántas alcaldías y diputaciones locales Zambrano considera en la bolsa para presumir optimismo?
¿De verdad Madero confía en que sus críticos y malquerientes, los senadores corderistas y los cinco notables, se aliarán en un frente unido para que sus candidatos ganen el 7 de julio y mantenga el gobierno de Baja California?
Quizá tiene razón Camacho. El PRI no corre riesgo de un escándalo mayor al de Granier. Se deslindó de él, prácticamente y sin proceso interno, lo echó del partido y ¿qué sigue? ¿Tienen motivos para andar optimistas? Falta menos de un mes para percatarnos quién o quienes se quedarán con la sonrisa congelada, imagen del falso optimismo. El blofeo, pues. Digo.