viernes, 19 de octubre de 2012

EL PODER CIUDADANO...Por: René López Victoria


El poder ciudadano,  concibe la idea de  que los miembros   de la  llamada “sociedad civil”  den   cumplimiento  permanentemente a  todos sus derechos políticos  y no  solo a los     ejercidos en época de elecciones; permitiéndoles   no sólo elegir a sus representantes, sino también el  vigilarlos,  evaluarlos y destituirlos en el caso de que sea necesario.

Pero ¡oh! decepción… porque una vez terminada la jornada electoral  y con ella el protagonismo efímero de la  ciudadanía,  que   valora  más bien como  ha sido utilizada     hasta  la emisión  de su voto,   ve como pasa, éste, a  mejor recaudo -cual  cheque en blanco-  con  los representantes de los partidos políticos,  bajo la batuta de una  institución blindada  y  asida  al poder vigente,   que podrá  administrarlos  de ser necesario  discrecionalmente.
 Para que  una vez   cumplidos  los  procedimientos a que hubiera lugar, los funcionarios en turno  otorguen    la  constancia  procedente   encumbrándose     a una    autoridad  legalmente constituida,   apropiándose  del mérito   que  solo le pertenece al pueblo votante,  que a estas alturas  prácticamente  ha sido ya olvidado  como el principal actor del  sistema democrático que rige en el País.

 Porque solo es cosa de observar   a  los políticos,  quienes tras   alcanzar  el  cargo por el cual contendieron;   a partir de  allí   se sienten  dueños de  la llave de   acceso  común   al poder político, económico,  a los  honores y   a  la gloria.


 Incluídos     quienes   asegura,  que  únicamente  pretenden  alcanzar   la trascendencia histórica    dando    soluciones reales a los conflictos sociales,  enarbolando que   el poder político  es  para ellos  solo un medio, un instrumento,   y no el fin ulterior.

Sin embargo, todos  nos damos cuenta  que  las  ambiciones  de la clase política,  aunque no son iguales, si están íntimamente relacionadas y que, siempre   en la práctica,  se  da lugar  a  las mismas actuaciones  en aras del deseo del poder  por el poder mismo  y   que   ambos  motivos,    esencialmente,   pueden ser considerados como   uno mismo.

Porque en los hechos   es más que evidente, que   al político  en el  ejercicio del poder, lo  logrado dentro de la legalidad le parece poco,   mostrándose   insatisfecho y se convierte en  un ser insaciable que no encuentra  fin a sus deseos  hasta el grado de pisotear el estado de derecho.      Y más pronto que temprano,   esos  intereses que decían defender,   son olvidados para que prevalezcan  únicamente los personales o de  los grupos que lo apoyaron.

Para nadie, - pues -  es una sorpresa    el decir y el sentir del pueblo,  con respecto de aquellos que decían promover mejoras para su comunidad, pues al final de cuentas se utilizan los logros comunes en beneficio propio,  incurriendo en una corrupción descarada    tanto en el seno gubernamental o aliándose con instancias privadas, perdiéndose la credibilidad ganada    y desanimando  de paso  a aquellos que con clara conciencia cívica habían decidido participar con fines honestos y de progreso concreto.

La   ciudadanía que evoluciona  palpablemente,  exige  la satisfacción  inaplazable  de un cambio real,  debiendo  -desde luego-  incorporar   nuevas  formas de presión social   y empoderamiento, enviándole  un mensaje  muy claro a  los Partidos Políticos y a   quienes   actualmente gobiernan  como encargados de tomar  decisiones en forma de leyes, decretos  y demás,  para     que ejecuten  políticas públicas,  que  sin ambages,  protejan los intereses del pueblo…

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