domingo, 9 de marzo de 2014

LA CORRUPCIÓN EN EL ARTE, Por Avelina Lésper

Venderse es prostituirse. Hacer del cuerpo un objeto de comercio es un negocio sucio desde que tenemos memoria histórica. La única ley de un burdel es que todo esta en venta y todo se puede pagar. El mercado del arte contemporáneo es el nuevo burdel legal, aquí se confunden las putas y los proxenetas. En estas operaciones comerciales no venden arte, venden la invención o mentira de lo que hoy llaman arte y el cliente “cree” que sabe lo que hace y paga, mientras le dicen que hizo una buena compra, que es inteligente y vanguardista. Este es un mercado artificial sin valores y es un fraude. Esta corrupción va más allá de la falsificación y es de alguna manera una transacción más segura, se trata de apuntalar obras sin valor para venderlas como piezas con trascendencia. En este mecanismo entran casas de subastas, artistas, galerías, curadores, críticos y museos. Es un entramado bien montado que tiene la fachada de ser oficial y con respetabilidad. La cadena crece porque una vez que un coleccionista entra en este mercado no le conviene que su compra baje un día de precio o alguien grite que es basura y tenga que arrumbarla en el garaje. Entonces los mismos coleccionistas apoyan a los galeristas y a los artistas. Estamos viviendo en un vacio de análisis dominado por una infraestructura de dinero que ha matado los valores del arte para implantar el cinismo y la mediocridad.

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