Maquiavelo
recomendó al Príncipe: “Los hombres ofenden antes al que aman que al que
temen”. Desde entonces los mexicanos dedicados a la política sostienen la tesis
de que “mejor ser temido a ser amado”. Les gusta les teman. No les gusta les
amen. Han implementado estrategias para dominar al pueblo mediante el miedo:
miedo al impuesto, a la policía, a lo desconocido, a arder en el infierno por ser
pecador. Miedo a ser libres.
Lo que ha sucedido
en Iguala formó parte de una estrategia de miedo, de terror. Grupos de mafiosos
tolerados por el Estado Mexicano, y solapados por las policías estatal y
municipal, retendieron dar una muestra de ser los malos de la comarca.
Como Vlad Drácul,
El Empalador, convertido en Drácula por el imperio del celuloide: masacraron a
jóvenes desarmados. Cual enemigos en una guerra. Los que quedaron no aparecen.
Su infierno debe ser similar al de los asesinados… o peor. El mensaje ha sido
enviado. En su territorio impera el miedo, el terror, la sangre, la peor muerte.
A estas alturas ya
no importa saber quiénes son los autores sino a quiénes afecta el festín de
sangre. ¿Al gobierno federal? ¿Al estatal? ¿Al municipal? ¿A los poderes
fácticos (incluida la Iglesia Católica)? ¿A los grupos subversivos? ¿A los
partidos políticos?
El demoledor golpe,
si es que alguien lo orquestó, le pega a toda la estructura de los poderes
reales, formales, fácticos o clandestinos de la sociedad mexicana, acostumbrada
a no responder a intimidaciones sino a través del dejar hacer y dejar pasar
para gozar de una zona de confort incierta. Le pega al sistema y le pega a la
mayoritaria clase media abúlica y acomodada en el sillón del “no hacer nada
para no tener problemas”.
1) El homicidio de seis muchachos, 23 heridos
y la desaparición de 43 estudiantes ha dejado en la lona a Enrique Peña Nieto y
al gobierno federal. Nuestro Presidente, cual Cornelio Reyna, presumía en el
ámbito internacional volar como a veinte mil metros de altura. El golpe le tiró
de su nube a su realidad: la impunidad en México tan solo es comparada a la de
Afganistán, en guerra, o a la de algún país africano azotado por brutales
tiranías.
2) Nuestro gobierno del estado ha quedado
exhibido. El procurador de Justicia se encargó de ello. Casi de inmediato,
luego de la masacre, se apresuró a declarar la aparición de fosas clandestinas
en donde, “seguramente están los cuerpos de los muchachos perdidos”. Craso
error: la PGR le desmintió una semana después. El tiempo mostró el tamaño de la
tragedia y el infierno en que se consumieron la ilusiones de normalistas
venidos de las familias pobres del estado a las que, paradójicamente, nuestro
gobierno local dice proteger.
3) Los gobiernos municipales fueron encuerados
en su cruda realidad. Están entregados a los jefes de las mafias regionales.
“El otro gobierno” es el que paga las nóminas de sus policías municipales. Lo
mismo en Iguala, como en Taxco y otros, con relevancia mayor, sucede lo mismo.
¿Recuerdan la sentencia a Ortiz Rubio en
el maximato: el Presidente aquí vive, pero el que manda vive allá enfrente?”
4) El gobierno federal ya asumió las funciones
de seguridad pública en doce municipios de las regiones de la Tierra Caliente y
Zona Norte. Han sido tomados diez ayuntamientos en las regiones Montaña y Costa
Chica por radicales simpatizantes de los normalistas. De éstos últimos se dice
que son la guerrilla del ERPI y EPR. Triste paridad de mandos reales: guerrilla
y narcos.
5) Vemos un estado partido en dos: gobierno
federal en Tierra Caliente y Zona Norte; guerrilla en La Montaña y Costa Chica.
¿Y en las restantes tres regiones sumidas igual en el mando de las mafias
todopoderosas? ¿Cuándo caen? ¿En qué manos caerán?
6) El demoledor golpe ha dejado en el lugar
donde deben estar a los partidos políticos: en el descrédito total por su ambición al poder del dinero venido de
manera fácil. ¿Puede el famoso PG y su movimiento de Regeneración Nacional
erigirse como la única fuente de moralidad y honestidad cuando su candidato a
gobernador en Guerrero es el padrino de quien orquestó la dantesca masacre en
Iguala?
7) ¿Puede el PRD llamar a votar por sus
candidatos cuando en las zonas Norte, Tierra Caliente y Costa Grande son sus
candidatos y alcaldes los señalados de pertenecer al narcotráfico? ¿El PAN
puede llamar a votar por ellos cuando sus militantes matan al secretario
general porque no les entregó candidaturas? ¿El PRI puede llamar al voto cuando
en mantas son exhibidos delegados federales como militantes de grupos del
crimen? ¿El PT, cuando el síndico en Iguala es su militante y también ha sido
llamado a declarar para que explique su participación en el festín de sangre?
¿Movimiento Ciudadano cuando calla haber postulado a José Luis Abarca como candidato
a presidente municipal?
¿Todos están
embarrados? De ninguna manera. Todos, pero todos, metidísimos en la orgía de poder, dinero y
sangre. El golpe, si es que alguien lo diseñó y premeditó, como sugiere en
algún comunicado un grupo autodenominado ERPI, demuele a todos. Es una sacudida
general al árbol de la política mexicana, al estado Mexicano y a los políticos
que mantienen como manual de buen gobierno la única sugerencia sacada de
Maquivelo: “Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen”. Ellos
ejercitan el temor antes que el amor. Leen y ponen en práctica el manual de
Vlad “El Empalador”: córtales la cabeza y exhíbelos. Que vean un poder de
violencia mayor al que realmente tienes.
El pueblo llora a
sus heridos, muertos y desaparecidos ante la indolencia criminal de poderes
fácticos, como la Iglesia Católica, que ha enviado a un ridículo sacerdote,
Solalinde, a decir lo que otros no se atreven: han muerto y fueron quemados.
Triste que en misa
ofrecida en La Villa, ni siquiera fueron mencionados los que acudieron ante la
Virgen de Guadalupe a buscar el consuelo divino. En México, nuestro México, no
hay un solo ser vivo que se compadezca de la tragedia.
Por eso ellos, los
cirqueros de la política, siguen la farsa de repartirse candidaturas, cargos y
vivir como millonarios con el erario, antes de encontrar a los 43 desparecidos,
curar a los 23 heridos y llorar a los seis asesinados. Olvidan que el golpe de
sangre es para todos.
¿El golpe lo dio el
otro gobierno? Tal vez. Solo tal vez.
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