martes, 28 de octubre de 2014

LA BANALIDAD DEL MAL O ¿CHAMBA DE USO FRECUENTE?

Hijo y nieto de verdugos, Antoine Deblier, a quien se le conocía con el sobrenombre de 'El Señor de París' (Monsieur Paris), dejó caer la cuchilla de la guillotina 395 veces desde 1890 hasta su muerte, el 2 de febrero de 1939.
Deblier anotó, a lápiz o con tinta, cuidadosamente y de forma cronológica, los detalles de las ejecuciones: lugar, fecha, hora, el nombre del condenado, los motivos de su ejecución, sus últimas palabras y, a veces, las condiciones meteorológicas al momento de la ejecución.
Monsieur Paris rellenó de tal forma unas 2 mil páginas durante el medio siglo en el que ejerció su trabajo como aplicado funcionario de la Administración Pública.
(Sacados a subasta por su propietario, los cuadernos del verdugo se valoraron entre 10 mil y 15 mil euros).
Antoine Deblier como verdugo oficial sucedió a su padre en 1890. Fue así, además de peón del sistema judicial, prisionero de la tradición familiar, ya que sus antepasados comenzaron a ejercer dicha profesión en Würtemberg, Alemania, a finales del siglo XVIII, de donde se desplazaron a Francia, al inventarse la guillotina, según el experto Alain Nicolas de la librería parisina Neuf Muses.
En los cuadernos del verdugo Deblier no hay ningún espacio para las emociones; se concentra en los aspectos técnicos, como por ejemplo, comenta con enfado una orden del ministerio de Justicia que le encarga a Monsieur Paris que "mantenga, guarde y conserve en buenas condiciones las maderas e instrumentos de justicia; que los transporte, instale y desplace con todo cuidado; y suministre los caballos y coches necesarios para el traslado de los condenados".
Su asistente, Jules-Henri Desfourneaux, le sucedió tras su muerte; luego ocupó el puesto su sobrino André Aubrecht (1951-1976); y finalmente, Marcel Chevalier que de golpe engrosó las filas del desempleo en 1981, al abolirse la pena de muerte en Francia. "Fue como si la guillotina -comentó- hubiese caído sobre mi cuello".

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