Moisés Sánchez Limón |
En el pleno del Palacio Legislativo de San Lázaro la bancada del PRI estuvo a punto de morder el polvo y quedarle mal a Enrique Peña Nieto, con el round de sombra de la reforma energética que es la llamada Estrategia Nacional de Energía (ENE) 2013-2027, que el Senado ya había aprobado prácticamente por unanimidad como Cámara de origen.
La ENE tuvo el Vo Bo de 237 votos a favor –de priistas, verdes y neoaliancistas—contra 125 en contra y 99 abstenciones de la izquierda perredista, petista, emeceísta y del PAN, porque éstos la sobredimensionaron.
Y es que, quizá los senadores entendieron en su extensión el carácter de la estrategia, que es eso, una estrategia y, si usted quiere, un estuche de buenos deseos en materia energética, con el condimento elemental de la advertencia de lo que puede ocurrirle al país en caso de no atender prioritariamente la problemática que enfrenta el sector energético.
En contraparte, los diputados leyeron apresuradamente el documento, o sencillamente se fueron con la finta y consideraron que había gato encerrado, con todo y letras chiquitas, de tal suerte que le dieron carácter de pre iniciativa de reforma energética a la ENE, aunque el PRI abonó a esa percepción con la premonición de la catástrofe energética.
Veamos. El diputado federal del PRI, Williams Oswaldo Ochoa Gallegos, secretario de la Comisión de Energía de la Cámara baja, en la fundamentación del dictamen de la minuta de la ENE, propuesta por el presidente Peña Nieto, reencendió la alarma:
“Si no se revierten las tendencias actuales de producción y consumo de energía, en las cuales México ya resulta un importador neto de gasolinas, diesel, turbosina, gas natural, gas licuado y petroquímicos, para el 2020 el país será estructuralmente deficitario de energía y los ingresos presupuestales del sector público, provenientes del petróleo, que ahora representan un tercio de los ingresos totales, podrían disminuir de manera significativa”.
Es el mismo petate del muerto con el que se nos ha pretendido espantar desde hace rato. Por ejemplo, al inicio de la administración de Felipe Calderón se anunció el inminente riesgo del agotamiento de las reservas de hidrocarburos. Y, al final, cayó el maná del cielo con el descubrimiento de ricas vetas de petróleo en aguas profundas que nos daban más vida como nación petrolera.
Margen aparte de esas estrategias de comunicación, lo cierto es que los hidrocarburos se acabarán tarde que temprano y si el país no cuenta con un esquema de explotación racional de esa riqueza, con tarifas propias y acordes con la economía sana de los consumidores, consecuencia de las finanzas sanas del país, entonces sí habrá que preocuparse, y mucho, en el mediano plazo.
Sin duda la reforma energética, cuya presentación ante el Congreso de la Unión se avecina, tiene objetivos de mediano y largo plazos para, incluso, volver a México autosuficiente en refinación de gasolinas y exportador de hidrocarburos con valor agregado, un objetivo planteado desde hace años, aunque enterrado por las paladas de la demagogia oficial y la descalificación de la izquierda que no estructura una propuesta congruente más allá de la chauvinista postura de defender a la riqueza petrolera enredados en el lábaro patrio.
Lo cierto es que en esto de la Estrategia Nacional de Energía, hay dos verdades y un destino (suena a telenovela). Tiene razón Miguel Alonso Raya, vicecoordinador de la bancada del PRD cuando sostiene que “el procedimiento seguido por los priistas y sus aliados empequeñece aún más la propuesta del Ejecutivo Federal emanado de sus filas, pues a su carencia de contenido y sustancia, le suman una aprobación de menos del 50 por ciento de legisladores”.
Pero igual tiene razón Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los diputados federales del PRI, quien ya había considerado esa reñida votación que puso al tricolor en el riesgo de quedarle mal a Peña Nieto. A saber:
“Sé que aquí en Cámara de Diputados existen quienes tienen una idea distinta y que les gustaría profundizar más sobre lo que es la Estrategia Nacional de Energía, pero nosotros hemos dispuesto, aprobar en este periodo esa Estrategia, con la seguridad que nos ha dado el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, que es la hora de iniciar también ya el gran debate de la Reforma Energética, en donde habremos de concluir nuevas disposiciones para tener una futura, novedosa y mejor estrategia energética”.
En efecto, es la pauta para comenzar la discusión de la reforma energética. La ENE es una estrategia. Para qué desgastarse en una discusión hueca, pero sin duda hay que ajustarse a la paráfrasis de la praxis legislativa: Del dicho al hecho, hay poco trecho… Conste.
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