Los huracanes dejan destrozos, sacan a flote corruptelas que nunca serán sancionadas por desobediencia a un desarrollo planeado y sustentable. Pasándose por el arco de las alcabalas invisibles para el fisco, léase tranzas, los planes de desarrollo urbano, y toda esa madeja de negocios entre autoridades federales, estatales y municipales que tienen que ver con nuevos centros urbanos, casas de interés social o fraccionamientos de lujo, que jamás cumplen con la reglamentación que exige la federación, estados y municipios; a esta pandemia urbanista a contra pelo de un desarrollo sustentable, se suma la de pueblos colapsados y comunidades enterradas o borradas del mapa por desgajes de cerros, ríos caudalosos por sismos u otras causas como la contaminación, el asentamiento de plantas industriales de alta toxicidad, construcción de presas, etc.
El gobierno debe tomar las iniciativas, primero, cuidando que nuevos asentamientos, plantas productivas de energía nuclear, gasoductos, presas, parques industriales y todo aquello que tenga que ver con el cambio del uso del suelo, se haga de acuerdo a las leyes de cada estado, y municipio. Pero, ¿qué hacer con la reconstrucción de nuevas comunidades donde éstas fueron borradas del mapa o están asentadas en zonas de alto riesgo?
A partir de la década de los setentas y mucho antes, desde los falansterios, las comunas de jipis, ambientalistas y la experiencias de sustentabilidad en África, ha surgido un experimento social y ambiental denominado, “Aldeas en transición”: “las comunidades en transición son una iniciativa que alcanzó notoriedad cuando la ambientalista Louise Rooney exhortó a la comunidad pesquera de Kinsale, Irlanda a tomar medidas políticas y económicas orientadas hacia una verdadera sustentabilidad. Ideas que se extendieron a Totnes, Inglaterra, bajo el liderazgo de Rob Hopkins durante 2005 y 2006. Ambos proyectos sustentados en los principios de permacultura promovidos por Bill Mollison desde los años setenta, han estado evolucionando notoriamente y han lanzados al mundo un nuevo modelo de desarrollo comunitario…” (Mundo Verde/ octubre/10/2013 /Luis Gabriel Urquieta).
Bajo esta premisa Kinsal, perteneciente a la República de Irlanda y ubicada en la costa sur a unos 25 km al sur de la ciudad de Cork, en la desembocadura del río Bandon se convirtió por un trabajo de auto sustentabilidad en un destino turístico con grandes atractivos, y entre otros es un lugar donde cientos de miles de estudiantes acuden para perfeccionar la lengua. Donde te “despiertas, revisas cómo van creciendo tus frutas y verduras. Tomas tu bicicleta y vas con los vecinos a intercambiar productos locales. Trabajas poco y te dedicas a la creación artística y a la convivencia social. No ganas mucho dinero, pero no importa porque las relaciones sociales no se basan en la competitividad ni en presumir quien tiene más que el otro. Los habitantes de la comunidad han asumido una vida frugal basada en la simplicidad voluntaria. De vez en cuando, los habitantes de la comunidad se reúnen en asambleas para debatir y decidir con democracia directa el porvenir de todos. ¿Es una utopía?, se trata de las llamadas aldeas en transición…”.
Éstas se basan en cuatro supuestos básicos: “que en un futuro será inevitable vivir con un consumo de energía mucho más bajo, y que es mejor planificar esta realidad para evitar un colapso. Que nuestras comunidades y asentamientos carecen actualmente de mecanismos que permitan afrontar las dificultades relacionadas al pico del petróleo. Que tenemos que actuar colectivamente, y tenemos que actuar ahora. Que con ingenio colectivo podemos diseñar creativa y proactivamente nuestro descenso energético, podemos construir formas de vida que estén más conectadas a la naturaleza y que reconozcan los límites biológicos del planeta…”
Las aldeas en transición, son una respuesta a los desafíos más peligrosos que se ciernen sobre el planeta, el calentamiento global y el pico del petróleo. Por ejemplo, en el estado de Guerrero, México donde se van a tener que reubicar comunidades que fueron colapsadas como El Capricho en la Costa Chica y La Pintada en la región de la Costa Grande, entre otras, se podría generar un proceso como el los pueblos de Irlanda y Reino Unido, pues cada año, por lo progresivo del cambio climático y el desaseo institucional para la preservación de los bosques, los daños serán cada vez más graves; el crecimiento de la población, escasez de agua y comida serán graves problemas para los gobiernos, se peleará por la última gota de agua. Por eso es urgente rediseñar estos asentamientos bajo principios de sustentabilidad comunitaria y ambiental.
Enrique Peña Nieto, se comprometió ante los habitantes del Capricho, que iría a la inauguración de su nueva comunidad. ¿Por qué no intentar en el Capricho una transición hacia un pueblo con proyectos sustentables, tomándose como base los recursos de esa comunidad, rica en la producción de papaya, jamaica, pastos para el ganado, y una empresa comunal para la producción de queso, requesón y crema que se podría producir orgánicamente con un alto valor agregado; cultivo de hortalizas, estanques piscícolas y la producción de tabaco?
Y reconstruir la Pintada, demarcación con gran espíritu comunitario y productora de café, floricultura y que se podría abrir a nuevos cultivos, como la cría de trucha arco iris, etc. Y rediseñar el nuevo asentamiento, y juntos, gobierno y comunidad lo hagan con base en los principios de las comunidades en transición con sustentabilidad creadora y productiva.
Y que en la Montaña, destrozada por los meteoros, sin caminos, sin cosechas, con el espíritu de los viejos dioses perdidos en la maraña del modernismo destructor, sustentados en la fuerza comunitaria de los pueblos originarios que la habitan, implantar un proyecto comunitario en transición y mediante acciones analizadas por los pueblos, salir del “mundo cerrado” y encuentren el camino al “mundo abierto”, metáforas con las que los ejidatarios de la Primavera, de la montaña guerrerense definen el espíritu de su vida . ¿Sería mucho pedir, Peña Nieto aunque te hayan abucheado en Nayarit?
DE REOJO
Los sacerdotes han levantado la voz sobre la violencia en Michoacán y sus repercusiones en Guerrero. ¿Qué han hecho para frenarla? En la praxis más elemental –no escrita aún en los diez mandamientos- es muy simple entender el aforismo que encarna este enunciado: la guerrerización de Michoacán, no es lo mismo que la michoacanización de Guerrero.
El problema señor Garfías, es la violencia per se y la incapacidad del estado mexicano para frenarla. Y otra, meter a los lobos en el corral de las ovejas, no es lo mismo que meter a los malos en las instituciones que se poseen para detenerlos.
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