“Perdónalos Dios mío, no
saben lo que hacen”
Atoyac de Álvarez, provincia
cafetalera, cuya sierra guarda el mejor café del mundo, fue severamente
golpeada por dos tormentas acuíferas de gran potencia que afectó a las
comunidades que se han edificado algunas en los lechos de ríos y lagunas antiguas;
otras, en sitios de verdadero riesgo. Recordemos Tlapa, que está construida
sobre el cauce del río Jale.
Históricamente las grandes
ciudades están construidas sobre esos lechos de viejos ríos que han cambiado
sus cauces por formas físicas del globo terráqueo. Pero la propia naturaleza
busca sus antiguas formas; de ello, el hombre debe entender, pero son más grandes
sus ambiciones y perversidades, que alcanzar un grado de amor a la humanidad.
Desde la Colonia Central,
ahí el río El Cucaracho; hasta el Iris, pasando por La Pintada, El Paraíso y
demás comunidades, pueblos y ejidos que se tejen sob
re la montaña del Sur.
Todos afectados por las corrientes de agua que arrastró lodo, árboles y
animales y se inundaron esas poblaciones.
Nadie se prepara, nadie está
competente para entender a la naturaleza; porque son las leyes propias de esa
orografía hidráulica; pero además no se ha aprendido de otras desgracias en esos
mismos lugares. Entendiendo que las tormentas, huracanes, ciclones, trombas o lluvias
atípicas son propias de la naturaleza misma de nuestro planeta; ante ello, no
hay poder ni espiritual o humano que las detenga. Nada, ni nadie por sobre esas
causas físicas. Son impredecibles.
Recordemos “Paulina”.
"La tormenta del
Pacífico se mantuvo estacionaria sobre Guerrero durante horas, en vez de
moverse. Eso hizo que cayera mucha agua en una de las zonas más pobres del
país”, cuenta Benjamín Martínez López, doctor en Ciencias Naturales e
investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma
de México..
Cuatro días, implacables que
se cernieron sobre Guerrero. Cuatro noches que de manera inclemente se tupieron
sobre la sierra suriana. En Atoyac, se desplomaron sus cerros y sus montañas
cambiaron de morfología. Heridos y muertos, saldo de esa salvajada de la
natura, en el aspecto físico de precipitación de uno de los elementos más
despiadados y contundentes: la lluvia.
Con fuerza y de gran volumen,
el aguacero: aplastó, inundó, taló, arrasó, hundió, y enterró esperanzas,
enseres, ilusiones y vidas…
Es la naturaleza la que
regula el cambio climático, no el hombre.
Jorge Zavala Hidalgo, del
Centro de Ciencias de la Atmosfera, de la UNAM destacó, que si bien se anunció
este meteoro, es necesario mejorar la red de monitoreo y la calidad de los
pronósticos para conocer con más precisión y tiempo los posibles impactos. Esto
nos recuerda, el Huracán Catrina en los Estados Unidos, que destrozó
severamente diversos estados fronterizos.
Daños incuantificables en la
sierra de Atoyac, principalmente en los hogares de madres solteras y ancianos
cuya fortuna era su casa y sus escasos enseres domésticos, que hoy viven en la
nada y arrimados con parientes, lo cual es un crimen de lesa humanidad sino hay
la ayuda y contestación ineludible para
esas personas.
La tormenta produjo precipitaciones
de 795 milímetros en cuatro días, tres veces la cantidad promedio la lluvia
esperada en el mes para el estado de Guerrero.
Guerrero es una zona con
altos índices de pobreza. Eso se traduce en malas infraestructuras,
asentamientos muy irregulares y una mala planeación de construcciones,
propiamente en Acapulco y Chilpancingo, donde cientos de casas en el puerto, están
construidas en el agua; en Chilpancingo, miles de familias están en peligro de
deslave de cerros con casas, edificadas por gobiernos que han sido
identificados plenamente el de Zeferino Torreblanca Galindo con el alcalde
Mario Moreno. Y en Acapulco, aparece de nuevo Zeferino y dos alcaldes Alberto
López Rosas y Félix Salgado Macedonio.
Durante la Reunión Anual de
la Sociedad Geofísica Mexicana, que tuvo lugar en octubre de 2012, el doctor
Víctor Manuel Velasco Herrera, del Instituto de Geofísica de la UNAM, comentó
que en 2013 iniciaría una temporada de huracanes de categoría 5, que afectarían
el Océano Atlántico hasta el 2018.
Imaginemos esas zonas endebles,
blandengues, flojas, la hecatombe, en próximas lluvias. Por ello, no se debe
dejar sin compromiso ni respuesta jurídica, a los responsables de los que han
hecho negocios por sobre las vidas de los guerrerenses e inversionistas de otras
latitudes de México y el extranjero.
Las
ayudas no se hicieron esperar. . .
Atoyac, recibe ayuda de facto
de hombres y mujeres allende las fronteras. Centros de Acopio en la propia
ciudad dejan almacenada ropa, comida, medicinas que los propios residentes aportan
para los desamparados que empieza a ser recibidos en los albergues.
La joven Anel Reyes Martínez,
al frente de un grupo de jóvenes que
desde la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, “se jala pal pueblo” con grandes
toneladas de alimentos para la paisanada. Un pedazo de sus corazones albergó
esperanzas y satisfacciones.
Lo mismo realiza desde
lejos, Julio César Ocaña Martínez con su
familia, sus amigos y la banda que es solidaria en estos aciagos momentos,
llevan a la sierra víveres, ropa y medicamentos. Entregaron, además, esfuerzos, lágrimas y dolor ante los deudos de
allá arriba de la Sierra del Sur.
Roxana Paco, otorga dos
plantas de luz, como parte de su integridad humanitaria, sin buscar la pose o
la foto. Digno entre los favores que es ser perceptivo.
Ante las eventualidades y
sucesos del meteoro que acarrean las inundaciones, se truncan y desaparecen los
caminos para la Costa Grande de Guerrero, escasean los alimentos; y, surgen los
hambreadores que aumentan hasta un 300 por ciento los abastos alimenticios.
Surgen las codicias y ambiciones de los Galeana y Fierro, empresarios del
abarrote que se encajan en el nombre de Dios contra el pobre y hambriento
atoyaquense y venden a ese precio el
alimento. La necesidad del hambre, es implacable.
A esto, le agregamos la
lengua viperina, la maldicente actitud de muchos, que desde su hamaca, sillón o
sitio predilecto para despotricar donde sus manos ausentes por envilecidos no
saben socorrer; o, porque su aptitud no les da para mostrar el ímpetu del ser
humano, se dedican a blasfemar, maldecir, injuriar, insultar y ofender. De esos
hay diversos, allí se observan sus nombres en los twitters y los facebooks.
Gente que pasa de ser despreciable a miserable y ruin. Esos cobardes que ofenden,
hoy buscan a los insultados para que le resuelva su situación alimenticia y médica. Vaya desfachatez.
Las mujeres y hombres del
Ticuí, se empeñaron en el puente de “hamaca” que hoy sirve para trasladarse a
Atoyac o de un lado a otro. Una proeza que se sublima, se reconoce y se dice: ¡Gracias
Carlos Martínez Fierro, por actuar con un grupo de seres humanos llenos de amor
y sensibilidad!
Ante la esperanza y llegada
del recursos económicos y materiales, el gobierno de Ediberto Tabarez Cisneros,
sigue haciendo su trabajo, en la medida que el pueblo se solidarice, también,
que es una forma de hacer progresar a un pueblo en desgracia.
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