miércoles, 20 de junio de 2018

A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO, Por Jorge Luis Falcón-Fernández Arévalo

Herodes I, el grande y Donald Trump, en la misma política en contra de los infantes. Aunque los separen siglos. La historia no miente. Ni tampoco la olvidemos.

Pero también, ¿Cuántos niños y niñas se quedan en la orfandad, o al cuidado de sus abuelos; o en la tutoría de sus tías o primas; para que sus padres emigren a otros lares en busca de un mejor sustento económico.
¿Quién es el Herodes y quién es el Trump?

La violencia hacia los niños se nota, se palpa y se siente desde los hogares, pasa en las calles y se entroniza en la escuela de todos los niveles. Padres que no han sido educados, ni adiestrados para prevenir la confrontación con su pareja, engerdra violencia que es vista por los hijos (niños). Maestros, que son parejas, llevan sus problemas a la escuela y allí los niños son la parte débil, el yunque, el molde. El maestro, debe tener doble responsabilidad y educación psicológica y sociológica, en favor de los niños.

No veamos la paja en el ojo ajeno; cuando la viga nos atraviesa la mente.
¿Es la culpa de Abel, haber muerto en manos de su hermano Caín o de dios, que falló en su experimento de la creación. (Lo dice la Biblia).

Ya lo dijo el filósofo alemán Federico Nietzsche: "Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos". No veamos la violencia como parte de una mejor educación, no hagamos sátira ni comedia, menos memes de algo tan importante en el desarrollo de la salud mental de los infantes.

Lo que hace falta es humanizarnos. Entender que bajo el imperio de la Ley, todos los grandes imperios han progresado.
La violencia hacia los niños, por ser seres indefensos, es en todo el mundo el flagelo a desterrar. Pero también se hace necesaria la aplicación de la Ley de manera severa contra los violadores. Mientras esto no ocurra, seguiremos respirando la inmundicia e impúdica frase: "erradicar la violencia hacia y contra los niños"

Priva la bestialidad, por doquier. Mucha violencia. . . ¿Y?

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